Copiar y pegar: un ejemplo de tecnología “productiva”
Miércoles, 22 de Agosto de 2007De sobra es sabido que una de las propiedades generales de casi cualquier tecnología es que ésta multiplica la productividad en las tareas humanas. En mi libro sobre la Red Universal Digital y el Nuevo Entorno Tecnosocial , que fue inicialmente concebido como un texto sobre innovación tecnológica, y al que gradualmente he ido viendo también como un manual básico de infotecnocultura, se desarrolla el concepto de productividad asociándolo al tiempo denso (Rosnay). La tecnología densifica el tiempo, porque nos habilita para hacer más cosas por unidad de tiempo. En el capítulo 11, dedicado todo él a la relación entre tiempo y tecnología, escribí que la R.U.D., entre otras cosas, es “una supermáquina densificadora de tiempos”.
Lamentablemente, la capacidad siempre creciente de la tecnología para aumentar la producción puede aplicarse también a tareas humanas perversas, innobles o fraudulentas, desde matar o robar, hasta copiar las obras ajenas, o sea, plagiar. O aplicarse a tareas simplemente estúpidas o inútiles -multiplicarse por cero, que diría Bart Simpson- como hacen muchos adolescentes usando sin parar sus teléfonos móviles.
El otro día -16-8-2007- leí un artículo sobre la extensión del plagio gracias a la tecnología y a las soluciones de software ya implementadas o en curso para detectarlo, es decir, tecnología para luchar contra los efectos de la tecnología . En él se cuentan las aventuras plagiarias del distinguido profesor Gottinger durante más de 15 años de vida académica, “copiando párrafos completos para sus estudios sobre tecnología medioambiental”, y cómo un dirigente de una empresa de tecnología antiplagiaria asegura que “aproximadamente un tercio de los trabajos rastreados (rastreabilidad, una de las lentes de mi netoscopio) por una de sus aplicaciones están copiados total o parcialmente de otras fuentes”. Me pregunto qué resultaría si se revisaran los textos de muchos periodistas y estudiantes.
Como autor frecuentemente plagiado -en cierta ocasión, famosa porque trascendió a los medios de comunicación, por el decano de una facultad española- y como profesor, este asunto me interesa, ya que toca a mi actividad en esos dos terrenos. Pero como sociotecnólogo me siento obligado a analizarlo, y así lo hice escribiendo en 2004 un editorial muy analítico para el número 58 de la revista TELOS, titulado sencillamente Copiar y Pegar que, a la luz de los datos expuestos en el párrafo anterior, cobra plena actualidad y merece leerse. Por entonces, Vicente Verdú, en su libro “El estilo del mundo”, había escrito que “copiar y mentir son de los rasgos del estilo actual del mundo”.
Lo que ocurre es que, ahora, copiar se hace con dos o tres clics de ratón informático: se señala el texto (o la imagen), se copia y se pega en otro sitio. Ya está. Hemos eliminado el trabajo de crear el texto. Ahí reside la “productividad”, en qué tenemos que pensar poco y la copia se hace con tres movimientos del dedo, sin esfuerzo alguno, en pocos minutos. Ésa es la cuestión, que la acción creadora exige esfuerzo, riesgo, tiempo, duración, y cuando no se sigue esta pauta el progreso tecnológico se usa como una fuerza opuesta a la duración creadora , como escribía este bloguero en 1998.
Esfuerzo: un factor que es fundamental en la acción educativa y ahora me pongo otra vez el sombrero de profesor. En términos generales, aprender sin esfuerzo es algo impensable y esta idea es la que hemos trabajado mis alumnos y yo, constituidos en Comunidad de Aprendizaje INTL 2.0, en mi edublog del año pasado. Pero parece que el esfuerzo es un elemento que tiende a desaparecer de la práctica real de la enseñanza. El último en señalarlo ha sido el profesor Anibal Figueiras, catedrático, presidente de la Real Academia de Ingeniería y alumno mío allá por 1973. En una entrevista en la revista BIT del COIT</a%