Fernando Sáez Vacas define la Red Universal Digital como un conjunto heterogéneo de todas las redes, conectadas a plataformas digitales comunicadas mediante sensores e interfaces con el mundo natural, de las personas y de las cosas.

Por tanto, y compartiendo lo expuesto por Juan Carlos, la Red Universal Digital no es Internet, como erróneamente podría pensarse. Cierto es que Internet es una de los pilares de esta Red, y que en gran medida el crecimiento experimentado por la misma se debe a la aparición de esta “red de redes”. Pero la R.U.D es mucho más complejo que todo esto.
Una estructura tan compleja merece por tanto una arquitectura compleja también. Desde mi punto de vista, esta arquitectura podría separarse en dos grandes bloques: la parte que propiamente pertenece a la infraestructura hardware y la parte cognitiva de la red, el software, sin el cual no existiría una interconexión eficaz de todo el sistema.

Debido a esta complejidad, la estructuración de la arquitectura de esta Red Universal es complicada, ya que son muchos los dispositivos y sistemas que la configuran, siendo también muy variadas las funciones de los mismos. Por tanto, la separación de estos componentes en bloques puede resultar peliaguda.

Las plataformas computacionales y la tecnología de redes de ordenadores (dos de los tres bloques mencionados en el trabajo que se está comentando), hacen referencia a todo tipo de entidades informáticas y redes. Pero, dada la complejidad que presenta la R.U.D, que soporta un gran número de funciones se hace necesario incidir en alguno de estos componentes, entre otras razones por su relevancia en el contexto social actual, aunque, evidentemente, y como se comenta en el trabajo, enumerar todos y cada uno de los componentes nos llevaría libros y libros.
Las entidades informáticas son muchas y de caracteres muy diversos, siendo conveniente por tanto el hacer diferentes clasificaciones. Encontramos los ordenadores tradicionales con todas sus variantes, producto de la increíble evolución que ha experimentado la tecnología en los último 40 años; pero también estaciones de trabajo; mainframes; supercomputadores; los llamados infoimplementos (utensilios que abordan tareas de carácter específico y que hacen transparente a la vista del usuario la complejidad de los procesadores); tarjetas inteligentes; así como todo tipo de terminales relacionados con las redes de telecomunicaciones (móvil, PDA, GPS…) que se diseñan con multitud de aplicaciones extra además de la función propia.
Por otro lado los elementos de unión de las plataformas con el mundo físico son los interfaces, como bien se destaca en el trabajo, pero también los sensores, que permites que la Red Universal obtenga información del medio y sea capaz de interaccionar con el mismo, resolviendo todo tipo de inconvenientes que, las personas, por si mismas, serían incapaces de resolver.

Me gustaría también destacar que, pese a que el concepto de arquitectura puede entenderse únicamente como infraestructura (hardware), desde mi punto de vista y dada la elevada complejidad de la R.U.D y su profundidad de penetración en el mundo actual, el software adquiere una relevancia notable. No solo las interfaces, que permiten a un usuario “entenderse” con la máquina gracias a los gráficos, iconos y demás útiles que presentan las entidades informáticas, sino también multitud de sistemas operativos distintos; programas que resuelven nuestras tareas cotidianas… y más aún, las aplicaciones y los contenidos que hoy en día se ofrecen a través de la RUD, y que generan nuevos modelos de negocio que modifican radicalmente la forma de operar conocida hasta ahora. En un mundo en el que el conocimiento es uno de los activos más valorados y cotizados, donde la información circula libremente, la relevancia de los contenidos ofrecidos por y a través de esta Red Universal es vital, como también lo son las aplicaciones que se instalan en los dispositivos de uso cotidiano, dotando a los mismos de prestaciones que los convierten en terminales multifuncionales y creando nuevas necesidades de carácter social inexistentes hasta entonces que modifican la conducta social de los individuos e incluso el propio concepto de bienestar.