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TVIC y nativos digitales: ¿Sabemos adónde vamos?

(Esta entrada es el texto, algo ampliado e hipertextualizado, de una columna de 380 palabras, que, con el título de “TVIC y nativos digitales”, se publicará en el número de jun.-jul., 2008 de la revista BIT, dentro de mi serie Infoneurastenia)

Leo que después de unos seis años de investigar por todos los procedimientos posibles un fémur de fósil de la especie bautizada “Orrorin tugenensis”, descubierto en Kenia en el 2000, los científicos han determinado que se trata de un hueso del primer homínido erguido (revista Science, marzo 2008). Era una especie bípeda de hace 6 millones de años.  Mientras lo leo, aparece entre mis papeles una foto de otro bípedo erguido, haciendo guardia con uniforme militar y un fusil entre las manos, que resulta ser el autor de este blog. Esta foto data de 1962, cuando servidor estaba en segundo curso de ingeniería y veraneaba haciendo obligatoriamente las milicias. ¡Cómo hemos evolucionado los bípedos!

Un factor que sí ha cambiado es la velocidad de cambio, al menos el de los conocimientos. Por entonces yo no sabía qué era un bit y mucho menos un ordenador, y así acabé mi carrera de teleco. Es explicable. Redondeando didácticamente, puede decirse que la Humanidad tiene aproximadamente una antigüedad de unas 120.000 generaciones (calculando 25-30 años por generación);  la imprenta, 22; el teléfono, 5; la televisión, 3;  el ordenador y el transistor, 2; Internet, 1; la Web, ½. Prácticamente es imposible seguir la evolución de la tecnología, salvo aislándose en una intensa especialización. Además, su socialización, en su faceta de TVIC (Tecnologías para la VIda Cotidiana) es extrema en los países desarrollados.

Nuestros bípedos retoños nacen y se desenvuelven en un entorno básicamente digital. Mientras nosotros nos esforzamos en razonar e intentamos explicar las propiedades de invisibilidad, instantaneidad o multisensorialidad de la tecnología, la tendencia a la nanotecnología y a la tecnología inteligente, y hasta filosofamos sobre sus consecuencias, ellos lógicamente no entienden nada de estructuras ni de los porqués, pero captan la funcionalidad y no se sorprenden de las cosas -para nosotros asombrosas- que hacen las TVIC. Mi nieto de 6 años contesta feliz a los SMS que le envío al teléfono de su madre. Él ya me enseña cómo buscar algunos juegos en Internet y cómo jugar con ellos. Cuando vemos juntos películas como “Crónicas de Spiderwick”, le parece totalmente natural que haya seres invisibles que pueden verse con un anillo especial o que el elefante “Horton” hable con los habitantes de una ciudad entera contenida en una mota de polvo. Si yo le dijera que hay una cámara que “ve” a través de la ropa, un sistema que permite controlar un ordenador con los gestos de las manos, o que pueden abrirse puertas simplemente tocando con los dedos, se quedaría tan tranquilo.

En los años 70, las empresas fabricantes de tecnología informática , con fines publicitarios, hacían animales muy originales compuestos por imitaciones de piezas electrónicas para mostrar de forma impactante la composición interna de los ordenadores. Servían para adornar un mueble, y a veces adoptaban la forma de los naipes de una baraja para póker o de ceniceros. Aún guardo algunos dinosaurios, tigres y un cenicero con un búho.

Hoy, unos 30 años después, cuando casi entramos en la era de la nanotecnología y de los chips que imitan las células neuronales, todo esto casi sólo tiene un sentido (importante, eso sí, aunque no se le reconozca) de objetos históricos o museísticos.

Intento estudiar la formación de la inteligencia de estas generaciones nuevas aceleradas (mi concepto de “noomorfosis digital“). El filósofo J. A. Marina me escribe diciéndome que está muy interesado en investigar las “tecnologías de la inteligencia”, las que tocan el cerebro y hacen que se organice y funcione de manera diferente. Él piensa que “las generaciones que han nacido ya en entornos digitales manejan su cerebro de manera diferente, al menos en  tres dominios: la gestión de la atención; la capacidad de relacionar informaciones dispersas y la gestión de la memoria”. A. Baricco, en su recientemente publicado libro en español “Los bárbaros: Ensayo sobre la mutación” sugiere que estamos en época de “mutantes”, lo que está cambiando el mapa de la realidad de lo conocido. Un aspecto curioso -lo señala la contraportada del libro citado- es que el autor considera “Google como un avance tecnológico que, más que un símbolo, es el campamento o palacio de los bárbaros, ya que refleja su forma de entender la cultura como navegación rápida por la superficie, como búsqueda de espectacularidad… En cambio, el alma burguesa, tan bien representada por la obra de Ingres o Beethoven aboga por una cultura del esfuerzo que choca con el ansia de experiencias veloces que buscan los bárbaros”. Este planteamiento nos recuerda el de la nueva cultura del personismo descrita por V. Verdú. Carmen, una alumna mía de la asignatura Innovación Tecnológica de este curso 2007-2008 ha escrito su trabajo individual con este título: ¿Sabemos adónde vamos?. Yo me pregunto si tan siquiera sabemos hacia dónde vamos, que es aún más impreciso.

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