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Archivo de Julio de 2008

Algunas señales del “progreso”: sobra información, falta energía

Jueves, 31 de Julio de 2008

Nadie puede discutir que en los paises desarrollados vivimos en una sociedad de la información, el tejido infotecnológico de la Red Universal Digital se extiende y densifica día a día, las capacidades informacionales de la tecnología se multiplican y sus instrumentos -fijémonos en los móviles- son hipermultifuncionales (como dice la publicidad de un centro comercial de venta de infotecnología: lo tienen “todo en uno”) y ya la cantidad de información que se genera o circula se mide en exabytes. Las vidas de los infociudadanos transcurren (¿surfean?), frecuentemente sin verdadero control personal, en un océano de información. 

Precisamente, llevo algún tiempo pensando en escribir un largo ensayo sobre tecnocultura para proponer bases racionales y humanas de uso de la infotecnología, cuando de pronto me encuentro con un artículo sobre tecnobasura en la revista Muy Interesante, que muestra con datos y fotos los cementerios de móviles, de ordenadores y otro material electrónico que la gente desecha en promedio cada menos de dos años, para cambiarlo por otro más potente (por tanto, más cantidad, más tipos y más versatilidad en las informaciones y sus aplicaciones), sin, por supuesto, haberle sacado partido al anterior. Son decenas de miles de toneladas anuales de resíduos electrónicos, que no han contribuido demasiado a construir una sociedad del conocimiento. Si ese artículo de MUY cae por casualidad en manos de algún beneficiario habitual del canon digital probablemente lo celebrará con champán.

Tecnocultura y Tecnobasura suenan casi igual, pero, si se analizan, no pueden ser conceptos más dispares. Creo que, como escribí hace muchísimos años, gran parte de los ciudadanos vive inmersa en una especie de ingenuidad frente a la tecnología , y que, entre otros efectos variados, “un exceso de información tiende a anular la creación o regeneración de conocimiento”. Ya en ese trabajo de 1991, que llamé “La sociedad informatizada: Apuntes para una patología de la técnica”, titulé una sección “Hiperinformación y rendimientos decrecientes”. Mucha de esa patología que describí sigue vigente y las montañas de tecnobasura generada al ritmo actual son una muestra de patología. En mi “ingenuidad” académica yo abogaba por emplear la tecnología para componer circuitos de información de calidad, aumentar el conocimiento o desarrollar acciones con sentido. Mi impresión ahora es que se está generando una multiplicidad fragmentaria de subculturas digitales de usuario, rica por causa de la diversidad funcional disponible, pero con ciertas patologías de uso imputables a un exceso de funcionalidad difícilmente asimilable. 

Pero en estos momentos de crisis económica, la realidad nos empuja a desplazar nuestra atención desde la información hacia la energía, que escasea ante el enorme y creciente consumo, calificable en muchos casos de inconsciente despilfarro. Los datos que tengo anotados sobre nuestro país son que España genera menos del 20% de la energía que consume y tratándose de petróleo sólo el 0,2%. EL petróleo supone el 57,5% de la energía consumida, después, la electricidad (20,3%), el gas (16%), las energías renovables (3,9%) y el carbón (2,1%). Sube todos los días el precio del petróleo y por tanto la gasolina y el gasóleo, se hunde la bolsa, se declaran en huelga transportistas y taxistas, se encarecen los alimentos, empiezan a recurrir como remedio paliativo a los biocombustibles, encareciendo de paso los cereales y otros productos agrícolas, nos suben de golpe un 10% el precio de la energía eléctrica, le sugieren al personal de oficinas empresariales y de la administración que prescinda en verano de la corbata y el gobierno de nuestro país nos anuncia -en medio de una reacción de incredulidad y desconcierto público-que van a obligar a reducir en un 20% la velocidad máxima de los vehículos a motor en las entradas y vías de circunvalación ciudadana, además de que, en una decisión de “aguda” estrategia sin precedentes, van a regalar a cada hogar durante dos años una bombillita anual de bajo consumo.

Dadas las circunstancias, repaso también ahora mi columna Energía e Información, de 1990, y me hago eco de cómo señalaba en ella que para potenciar la sociedad de la información algunos estaban transmitiendo al mundo la noción de que éste funciona gracias a la información, hasta tal punto que la materia y la energía parecían convertirse en elementos secundarios y subsidiarios. Lo cierto es que sin elevados consumos de energía -escribía entonces un servidor- se tambalean los pilares de toda sociedad de la información. ¿O no?

En 1995, J. Rosnay escribió que “al igual que la dietética alimentaria ayuda a equilibrar la vida del ser humano, las sociedades industrializadas deben inventar una dietética de la información (para evitar la contaminación informativa) y una dietética de la energía (para reducir el despilfarro).

Reflexionemos sobre la Noometamorfosis

Domingo, 27 de Julio de 2008

El conocido y polémico articulista y escritor Nicholas Carr ha escrito un texto que ya sólo por el título Is Google making us stupid?  atrae inevitablemente  la atención y luego su contenido no sólo la refuerza sino que provoca el debate, en el que vemos cómo proliferan muy variados análisis, a favor y en contra, algo normal tratándose de los trabajos de este hombre desde que publicó “IT Doesn´t Matter”. De este artículo sobre Google se han publicado versiones en español, por ejemplo en LaVentana, 9 julio 2008, que titula su traducción con el sobretítulo de la versión original en inglés ¿Qué le está haciendo Internet a nuestros cerebros? .Como he leído mi nombre citado junto al de Carr en el blog El Principio de Incertidumbre en un post dedicado a El mito de la Multitarea y el Aprendizaje 2.0 (”desde la idea de noomorfosis digital planteada por Sáez Vacas hasta el temor de Nicholas Carr porque Google le esté convirtiendo en un estúpido, etc.”), por alusión no tengo más remedio que decir algo al respecto. Carr nos confiesa en su artículo que “en los últimos años he tenido la incómoda sensación de que alguien, o algo, ha estado jugueteando con mi cerebro, cambiando el esquema de su circuito neural, reprogramando la memoria” (…) a lo que añade que, después de una década en la que ha pasado mucho tiempo en línea, buscando y navegando, ahora es incapaz de mantener la concentración en un libro durante más de dos o tres páginas. Juntando su experiencia con las opiniones de diversos autores y de algún bloguero amigo, llega a la conclusión, que más adelante razona en términos generales del impacto transformador de las tecnologías, de que la Red, no sólo le suministra información, que “su mente espera ya como si fuera una corriente de partículas en rápido movimiento, sino que también conforma su proceso de pensamiento”.

Dejando aparte la valoración de si nos estupidiza o no, que es asunto que no puede lanzarse así como así en forma lapidaria (a decir verdad, en el caso de Carr, en forma interrogativa), y desconociendo si este hombre padece ya cierto grado de weborexia, es imposible no estar de acuerdo con esta conclusión general: el uso habitual de la infotecnología transforma los procesos de adquisición de nuestros conocimientos, de nuestra inteligencia, en definitiva, de nuestra mente. Lo dicen los neurocientíficos: “La estructura misma de nuestro cerebro, el tamaño relativo de las diferentes regiones, la fuerza de sus interconexiones, incluso sus funciones, presenta las huellas de nuestras decisiones, las habilidades aprendidas, las acciones que hemos realizado”.  Por su parte, N. Bostrom, director del Future of Humanity Institute, de la Universidad de Oxford, “no tiene duda de que la tecnología digital está influyendo sobre nuestros procesos mentales”.

Opiniones personales más o menos emotivas las tiene todo el mundo. Así, por ejemplo, el cantante Manolo García, antes componente del dúo El Último de la Fila, en una entrevista reciente, ha dicho que “los avances tecnológicos nos ciegan, que se venden aparatos para mirar páginas estrambóticas y que a Internet le falta poesía”.

Por estas fechas se va a cumplir el segundo aniversario del día en el que el autor de este blog introdujo el concepto y el término de Noomorfosis Digital, donde me refería a esa influencia infotecnológica sobre la formación de la inteligencia de los nativos digitales. Ahora no estamos hablando de la formación (morfosis), sino de la transformación (metamorfosis) de la inteligencia (noometamorfosis)  a la que, como inmigrantes digitales en un territorio cuya cartografía funcional y operativa cambia constantemente, estamos sometidos durante nuestra vida.

¿Metamorfosis? Esta bella palabra nos trae a todos a la memoria la novela de Kafka, pero a mí en particular me recuerda la portada del libro de autoría colectiva “Desafíos sociotecnológicos del siglo XXI”, año 1999, en el que colaboré con un artículo titulado “La conexión ciberespacial”. La autora de la portada era mi mujer, Pilar Lara, quien a su ilustración la llamó Metamorfosis. Ese rostro cambiante, distorsionado, que el lector verá reproducido un poco más abajo, parece querer representar metafóricamente los cambios internos que la infotecnología puede estar produciendo en sus humanos usuarios. La Editorial delegó en mí la responsabilidad de presentar en público ese libro y aproveché, entre otras cosas, para decir que era “una ilustración inquietante, que puede servir como metáfora de la fragmentación, de la inestabilidad y del tránsito inacabado a una nueva coherencia”

Desaf�os Sociotecnológicos

Dije más cosas en la presentación del libro de los Desafíos sociotecnológicos, algunas relacionadas con la metamorfosis y ahora creo que merece la pena dedicar un par de minutos a releerlas. Por ejemplo, establecí una cierta conexión de ideas con el libro de Italo Calvino “Seis propuestas para el próximo milenio”, en parte inspirado, según su autor, en el poema “Metamorfosis” de Ovidio. Calvino habla de mirar el mundo con otra óptica, otra lógica, otros métodos de conocimiento y de verificación, con imágenes de levedad, de ingravidez, ante lo cual, este presentador y coautor del libro expone que resulta increíble que la “metamorfosis de la economía y de la organización social”, en general, la de un mundo en rápida evolución, dependa cada vez más de “materiales” tan ingrávidos como los bits. 

Creo que hay que reflexionar más sobre este asunto. Intentaré hacerlo, pero necesito tiempo. De momento, he anotado en mi cuadernillo que tengo que repasar mi ensayo de marzo de 1991 en la revista de pensamiento “Claves de Razón Práctica” nº 10,  en el que ya titulaba una sección de forma muy elocuente “Metamorfosis de los ciudadanos en procesadores y paquetes de información” y concentrarme en las páginas, no sólo en dos o tres, de los libros de A. Baricco “Los bárbaros”, que precisamente dedica tres capítulos a Google, de R. Simone “La tercera fase”, tal vez repasar a V. Verdú y su Personismo y quizá a E. Morin y algún otro autor clarividente.