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¿Lector papelesco o pantallesco?

El poeta francés Paul Valéry (1871-1945) escribió: “Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido”. Seguramente ahora añadiría la pantalla en el primer lugar de la lista de enemigos, porque él sólo convivía con el libro de papel. Todavía hoy, el adjetivo ´libresco´, que significa “perteneciente o relativo al libro”, se aplica al libro impreso, igual que ´carnavalesco¨, palabra muy propia de estas fechas,  significa “perteneciente o relativo al carnaval”.

Actualmente, Christine Rosen clasificaría a Valéry en la categoría cultural de People of the Book, porque ya empieza a emerger una nueva categoría: People of the Screen. Estas dos categorías abarcan en principio a gentes con culturas diferentes, basadas en dos tecnologías distintas, la del papel impreso y la de la pantalla, que, según parece, se está convirtiendo rápidamente en el icono de la tecnología digital a efectos culturales y mediáticos. La denominación “people of the screen” sería coherente con la sugerencia que hacía yo en mi anterior postal de hablar de screen generation , puesto que, como alguien ha escrito, “Technology seems to be omnipresent in the work, play, learning, and  socializing of our youngest generation”. Pude comprobar inmediatamente, buscando con Google, que mi sugerencia distaba mucho de ser original.

La pantalla es una interfaz tecnológica, un artefacto plano donde se opera y visualiza el “diálogo” multifuncional entre los humanos y las máquinas, para hacer cálculos, para jugar, para buscar informaciones, para navegar, para “chatear”, para escribir o crear información de muchas clases, etc., y también para leer, claro está, todo depende de la máquina que esté detrás de la pantalla y de sus aplicaciones programadas. Los tiempos de Valéry quedan muy lejos, por aquel entonces no había nada de esto. En cualquier caso, dado que un texto, tanto si es libro como si no lo es, puede leerse sobre papel o sobre pantalla, pienso que mejor sería distinguir entre lectores papelescos y pantallescos, y aclaro que me estoy refiriendo a lectores humanos, no a artificios específicos como los llamados eReaders, diseñados para leer libros en versión digital.

Lo que supongo que procede sociológicamente en estos momentos históricos es escudriñar de manera directa las ventajas e inconvenientes de la nueva forma de leer pantallescamente, si bien hay un tema de fondo, mucho más amplio, trascendente y complejo, por explorar: el impacto de la PANTALLA sobre la inteligencia y la cultura en todas sus vertientes. “Toda tecnología -escribe la señora Rosen- es a la vez una expresión de una cultura y un potencial transformador cultural”. De ahí la importancia, añado yo, de desarrollar y aplicar en estos análisis, como vengo sosteniendo, una sociotecnología profesional.

Sobre las nuevas formas de lectura, recomiendo leer en pantalla (no existe otra opción en este caso) el artículo de Rosen en la revista internética New Atlantis , un ensayo de gran actualidad, lleno de detalles, ideas y observaciones, con especial énfasis comparativo de tales formas y de sus efectos según se realicen en el libro de papel o en el libro electrónico, en particular el manejado por Kindle (con tinta electrónica o papel electrónico en su pantallita, para no machacar nuestros ojos), del que en estos días se presentará su segunda versión . La conclusión general de esta autora es que, si se mira la lectura con fines de alfabetización o de adquisición seria de conocimientos, la lectura papelesca no debería ser sustituida por la pantallesca.

Parece que sobre este punto coincide un estudio realizado por Anne Mangen en el Centro Nacional para la Educación y la Investigación de la Lectura en Noruega, del que he leído un resumen, también en un medio internético, titulado La pantalla del ordenador no acabará con los libros . Dice Anne que la ausencia de un soporte físico tangible en el texto leído conduce a una forma de lectura tipo escáner, superficial, lo que da superioridad al papel en el caso de textos complejos, portadores de conocimiento, que requieren mayor grado de concentración por parte del lector. Personalmente, estoy de acuerdo, porque el papel -lo que incluye, si es preciso, imprimir contenidos de pantalla- me permite subrayar, escribir comentarios (aunque algún lector de libros electrónicos nos permite limitadamente hacer anotaciones y hasta puede hablarnos) o dibujar esquemas al margen, corregir con un bolígrafo palabras erróneas, es decir, trabajar el texto, dedicándole esfuerzo y tiempo , que es la manera como nuestro circuito cognitivo metaboliza la información y la convierte en conocimiento . La investigadora termina diciendo que, en cambio, “esto explicaría el éxito de la lectura de periódicos on-line. Leer prensa es un proceso no lineal consistente en saltar de una noticia a otra, escaneando los titulares y ojeando los destacados. La tecnología digital, con su hipertexto, se lleva muy bien con este leer aquí y allá”. También con esto estoy de acuerdo.

De lo que no cabe duda es de que el progreso hacia la digitalización social, incluida, como caso particular, la wikificación del conocimiento , sigue en aumento (véase como ejemplo el Digital Graphic Pen, la pluma, lápiz o bolígrafo digital). Mi texto de colaboración en el libro Web 2.0 definía la digitalidad social y la digitalidad mental como nuevos parámetros humanos generados por la potente infotecnología, que, entre otras cosas, nos ofrece una disponibilidad y una accesibilidad prácticamente instantáneas a una ingente cantidad de herramientas y fuentes informativas, de conocimiento y culturales. Particularmente, abogo  por cultivar, en la medida de lo posible, una análogo-digitalidad razonable, recogiendo lo mejor de cada uno de los dos mundos, el analógico y el digital, y propongo guiarnos por unas bases de tecnocultura, construida sobre una maduración sociotécnica de la tecnología.

Coherentemente con lo dicho, me declaro alternativamente lector papelesco y pantallesco, según las circunstancias. Pero no micropantallesco, salvo para consultas rápidas bajo circunstancias especiales. Por eso me quedé estupefacto cuando hace menos de cuatro meses una periodista pidió mi opinión sobre el éxito de la novela japonesa Koizora (Cielo de Amor), leída por 25 millones de personas en sus móviles, un fenómeno que yo desconocía. Ahora, Amazon ofrece al público su Kindle 2, con 6 pulgadas de pantalla y capacidad para almacenar 1.500 títulos, y Google acaba de anunciar que pondrá 1,5 millones de títulos de su biblioteca virtual Google Book Research a disposición de los usuarios del iPhone y de los teléfonos móviles que operen con el software Android. ¡Libros para leer en pantallitas de alrededor de 3 pulgadas y cacharritos de unos 100 grs. de peso! Me pregunto qué tipos de textos pueden tener como soporte una  micropantalla y qué significa eso social y culturalmente. Tal vez haya que vigilar que la incontenible miniaturización de la tecnología no acabe miniaturizando alguna parte de nuestra cultura y no pocos de nuestros saberes.

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