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Archivo de Marzo de 2009

Infotecnocracia

Sábado, 7 de Marzo de 2009

Como escribí en el año 2000 en un ensayo dedicado a analizar la noosfera y su relación con la sociedad y la tecnología “el entorno artificial en el que viven los humanos es otra estructura de la noosfera, ya que sus elementos tangibles, siempre renovables, sean viviendas, muebles, iglesias, puentes, aviones, fábricas, redes eléctricas, carreteras, ordenadores, lentes de contacto, instrumentos musicales, sean procesos u organizaciones sociales, proceden de la aplicación del conocimiento.. En particular, el instrumental técnico, científico e industrial forma la tecnosfera, un mundo de “paquetes” de conocimiento integrado, que es algo así como una proyección material de la noosfera”. E. Morin dixit en un libro de 2001: “A comienzos del siglo XXI está claro que la tecnociencia ha devenido motora y transformadora”.

A nosotros nos interesa en particular la parte de la tecnosfera producida por la infotecnología, esto es, la infotecnosfera, cuya predominancia social se basa en que, estructurada cada día más como un denso tejido tecnológico denominado por mí la Red Universal Digital, afecta profundamente a casi todas las actividades humanas en los países desarrollados, como prueba el auge increíble de las TVIC (Tecnologías para la VIda Cotidiana).

No hay duda de que vivimos en un mundo dominado por la información, de forma que si tomamos la palabra ´dominio´ en su acepción de ´poder´o ´predominio´, podría decirse, como ya ha hecho alguien, que la sociedad de la información es en cierta forma una infocracia. Sabemos que las tecnologías de la información generan una infinidad de posibilidades en comunicación, entretenimiento, aumento de la productividad, control, confort, acceso al saber registrado y un largo etcétera, pero también implican inundación, despilfarro, superficialidad, infoxicación, desconcierto, brechas. Además, lo miremos como lo miremos, es evidente que nuestras sociedades de la información andan muy lejos de poder ser calificadas como sociedades del conocimiento, aunque por otro lado es indiscutible que toda esa infotecnología no deja de ser un enorme emporio de conocimientos transformados por un multitudinario ejército de investigadores, técnicos y especialistas en asombrosos artefactos, dotados, gracias a su complejidad interna y a su versatilidad operativa, del poder de cambiar profundamente, y no siempre para bien, bastantes segmentos de nuestras vidas y conducir muchos otros a diversas formas de alta tecnodependencia. Así que si quisiéramos acuñar un nuevo vocablo para nombrar esta situación de poder social, abstracto y no conscientemente planificado, pero real en sus efectos, que se produce al margen del régimen político vigente en cada caso concreto, creo que el término adecuado sería infotecnocracia. Es mi propuesta de hoy.

Creo que unas pocas líneas de texto tomadas del libro de Rosalind Williams Cultura y Cambio Tecnológico: el MIT, ayudarán a ilustrar aunque sólo sea una parte del significado del término ´infotecnocracia´. Esas palabras, editadas en la página 106 del libro, se refieren a algunas de las dificultades producidas en el proceso de reingeniería del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts: “…una vez que el trabajo ha sido replanteado en términos tecnológicos, la lógica del sistema tecnológico subyacente acaba modificándolo profundamente. Las reglas de la tecnología acaban gobernando todo lo demás. (…) y si no promovemos puntos de vista constructivos sobre el desarrollo técnico-social, haciendo hincapié en las posibilidades y las limitaciones de los cambios y alternativas tecnológicas, una gran parte de la gente volverá la espalda a la posibilidad de una toma de decisiones participativa, consiguiendo que las tecnologías escapen realmente a nuestro control”.

Opino que, hasta que no desarrollemos unas bases adecuadas de tecnocultura, en la sociedad de la información reinará una infotecnocracia opaca, difícil de percibir y de comprender, cuyas consecuencias indirectas no estamos preparados para prever y menos aún para controlar o atemperar basándonos en razonables fundamentos sociotécnicos y humanos tendentes a potenciar los efectos positivos y a reducir los impactos negativos y sobre todo a eliminar los patógenos. Afrontamos, intelectualmente desarmados ante tanta complejidad, sin criterios claros, la incorporación masiva a nuestras vidas y formas sociales de la infotecnología en general y de las TVIC, en particular. “La función última de la tecnocultura es ayudar a formar una mente preparada para conocer y saber gestionar las consecuencias que la aplicación de las funciones tecnológicas disponibles tiene sobre las actividades del usuario, sobre su entorno humano, socioeconómico y ambiental habituales y sobre él” (véase bloque de diapositivas adjunto).

La sociedad, representada por las fuerzas sociales, necesita aprender ciertas bases tecnoculturales, porque la adaptación entre la tecnología y los humanos no es tarea simple y no puede dejarse exclusivamente bajo ese poder infotecnocrático. En el capítulo 9 de mi libro sobre el Nuevo Entorno Tecnosocial  cito al economista y novelista José Luis Sampedro, quien, refiriéndose al colectivo humano, en su libro Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, describe esquemáticamente esa adaptación como un proceso yin-yang, para explicar la interacción entre las fuerzas técnicas, el Yang (el motor tecnocientífico, que diría Morin), y las fuerzas sociales, el Yin, donde éstas, en definitiva, la sociedad, “hace posibles nuevas técnicas, las acoge y organiza a los hombres en relación con ellas”. Pues bien, en el caso de la infotecnosfera, nuestro Yin  no parece funcionar como debería para contribuir a alcanzar el equilibrio Yin-Yang.

Las siguientes palabras del poeta T. S. Eliot, escritas hacia 1934, “adónde se fue la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento, adonde el conocimiento que hemos perdido en la información?” me dieron la pista para escribir un ensayo titulado La sociedad informatizada: Apuntes para una patología de la técnica en el que se modelaba un circuito cognitivo cuyo punto de partida es la información, continúa en el conocimiento (si es que se sabe metabolizar la información con esfuerzo e inteligencia) y culmina su recorrido en la acción, pero raramente en la sabiduría, entendida ésta como “grado más alto en el conocimiento” o “conducta prudente en la vida o en los negocios” (D.R.A.E.), aptitud casi imposible de lograr por medio de una especialización. Como se dijo antes, el ejército de infoprofesionales y la industria han sabido recorrer ese circuito y convertir los conocimientos tecnocientíficos en acciones organizadas de producción de artefactos, sin emplear en principio circuitos que les provean de conocimientos tecnoculturales, orientados a penetrar en el territorio de la sabiduría.

Por lo demás, parece que los usuarios de infotecnología tampoco están demostrando mayoritariamente que ésta les sirva para mejorar sus conocimientos y cultura, por lo que podemos considerarlos como miembros de comunidades cada vez más infotrópicas o infotecnotrópicas, pero poco o nada nootrópicas y, por ello, un tanto infotecnocráticas. Citemos una vez más a Edgar Morin, quien, en el volumen 5 de su serie El Método, titulado La Humanidad de la Humanidad: La Identidad Humana, Ed. Cátedra, 2ª edición, 2006, escribe que “los progresos técnicos y económicos no son una garantía de progreso intelectual y ético y a menudo van unidos a un subdesarrollo psíquico y moral” (página 245). Más argumentos para pensar que la infotecnocracia no dejará fácilmente de crecer.

Para terminar, no puedo dejar de citar a Neil Postman, como ya lo hice en la página 295 de mi libro Más allá de Internet: la Red Universal Digital , no por su apellido que parece significar algo relacionado profundamente con la blogosfera, sino por sus ideas y advertencias relacionadas con el concepto expuesto en este post: “Postman, en su libro Technopoly, Vintage Books, N.Y. , 1993, nos avisa del peligro de ir hacia un tecnopolio, que ahora llamaríamos tecnopolio digitalista”". Postman define “Tecnopolio” como una sociedad que cree que “el primero, si no el único objetivo del pensamiento y del trabajo humano es la eficiencia, que el cálculo técnico es en todos los aspectos superior al juicio humano…y que los asuntos de los ciudadanos se guían y conducen mejor por expertos”. En una entrevista en enero de 1996, Postman remarcó con énfasis su solución ante el tecnopolio, consistente en proporcionar a los estudiantes una educación sobre historia, efectos sociales y enfoque psicológicos de la tecnología, de forma que pudieran llegar a adultos que “usan la tecnología en vez de ser ellos usados por ésta”.