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Sobre el teléfono móvil, máxima estrella social infotecnológica, y el cuatrimotor Moriniano

Hoy día, el instrumento más notable de las Tecnologías para la VIda Cotidiana (TVIC), con diferencia, es el teléfono móvil de las últimas generaciones, que, integrado por un espectacular número de funcionalidades diversas, puede operar como un nodo multirreticular (activo en múltiples redes diferentes de la Red Uiversal Digital, incluida Internet), hasta el punto de que, para algunos estudiosos del tema, “desde el punto de vista humano puede considerarse como algo más que una tecnología”.

Los teléfonos móviles, en general, y los cada día más vendidos smartphones en particular, ofrecen, en crecimiento casi exponencial, un repertorio increíble de aplicaciones, funciones o funcionalidades maravillosas, que ya integran en ellos hasta la Realidad Aumentada (RA). Dada la enorme cantidad de funciones integradas en estos aparatos, casi resulta ridículo seguir hablando del teléfono móvil, cuando ya no es sólo el sonido el factor del que se ocupa dicho terminal (´teléfono´viene de ´tele´(distancia) y de ´fono´(sonido)), sino que lo abarca todo. Sería más realista denominarlo teletodo.

Tales instrumentos son el fruto técnico de la acelerada cuarta revolución de la información, es decir, de la digitalizaación informatizada y sus aportaciones a instrumentos para infociudadanos cuya característica primordial es la de una explosiva socialización tecnológica. Constituyen multisistemas hipermultifuncionales escondidos en cacharritos de bolsillo, a  disposición ya, como productos de consumo masivo, de miles de millones de ciudadanos (circunstancia que los hace merecedores del calificativo de “máxima estrella social infotecnológica” y todavía más si multiplicásemos esa cantidad por el número de enlaces que puede generar cada cacharrito), incluidos varios cientos de millones de usuarios de banda ancha móvil, si bien lo cierto es que una mayoría de ese ingente conjunto de usuarios utiliza un porcentaje cuantitativamente pequeño y muchas veces cualitativamente superficial de ese “todo” super-repertorio (o complejísima hipermultifuncionalidad).

Aunque hoy día las sociedades desarrolladas están ligadas de forma crecientemente intensiva a la tecnología, y por tanto sus miembros progresivamente enredados  en ella en proporciones muy distintas según su edad, renta, personalidad, modos de vida, trabajo y aficiones, podríamos preguntarnos el porqué de ese “teletodo” tan recargado, que incluye además funciones y aplicaciones tan sofisticadas, hasta el punto de que la suma de complejidades del instrumento está, en general, muy por encima de la complejidad desplegable por casi todos los usuarios corrientes, e incluso por la mayoría de los técnicos, aunque su uso práctico esté facilitado por potentes interfaces y sistemas operativos. Aplicando a estos dispositivos, que viven ya su cuarta generación, la ley cibernética de la Variedad Requerida (enlácese con la pag. 38 en pdf de este libro sobre Complejidad), podríamos deducir de tanta funcionalidad integrada en ellos cierta inconveniencia, y de paso pensar que tal vez se esté difundiendo como mensaje público tácito la necesidad de convertir al humano usuario tecnológico de estas sociedades desarrolladas en un sujeto educativo perpetuo, dedicado a aprender todas estas funcionalidades a lo largo de su vida, relegando otros conocimientos hasta ahora valorados como esenciales.

Técnicamente, vivimos en el país digital de las “maravillas”  y de ello se hacen eco contínuamente los medios generales de comunicación. Por ejemplo, durante la segunda quincena de junio se han publicado por todas partes datos del iPhone 4, además del detalle comercial de que sólo en 24 horas se pidieron para compra 600.000 unidades, con su espectacular pantalla, su nuevo Face Time, su cámara de 5 megapíxeles, su estructura física más estrecha, un sistema operativo que incluye 1.500 nuevas API (sigla en inglés de Interfaces de Programación de Aplicaciones). También hemos podido leer en el suplemento Crónica, 20 junio 2010, del diario El Mundo, un reportaje sobre los suicidios producidos por explotación laboral en la fábrica-ciudad china Foxconn, donde trabajan 420.000 empleados  para fabricar, entre “otros juguetes tecnológicos”, los iPhone (20.000 unidades diarias), iPod e  iPad. En otro periódico, éste de difusión gratuita, el ADN, se publicó el 23 de junio que “varias compañías lanzan sus ´tablets´ para arrancar cuotas de mercado a Apple”, refiriéndose como ejemplo al iPad, del que, según el periódico, se vendieron tres millones de dispositivos en 80 días. Etc., etc.

La mención del número 4 me trae a la memoria el cuatrimotor Moriniano: “término que pone en conexión las cuatro instancias ciencia-técnica-economía-industria, para designar las fuerzas que propulsan el desarrollo actual del planeta (Edgar Morin, El Método: La humanidad  de la humanidad, Ed. Cátedra, 2003, pag. 240, libro cuyo original en francés se publicó en 2001): “A comienzos del siglo XXI está claro que la tecnociencia ha devenido motora y transformadora. Aún más, la alianza ciencia-técnica se ha ampliado a la industria y la ganancia capitalista: lo que propulsa la marcha de la historia a partir de ahora es el cuatrimotor ciencia-técnica-industria-beneficio”. Leyendo a Morin, puede uno sospechar que los conocimientos involucrados en la invención, diseño y producción de toda esa hipermultifuncionalidad, asombrosos y pruebas indiscutibles de los progresos especializados en ciertos saberes, forman parte, sin saberlo sus protagonistas, de un proceso de influencia social supeditado a una “gestión” cuatrimotorizada regida por otros intereses poco o nada tecnocientíficos, sino más bien económicos y hasta políticos. Gestión no explícita, ni estructurada, pero real, que puede contribuir a generar altos niveles de infotecnocracia. Para aclarar ideas, una cuestión que deberíamos plantearle a Morin, para que nos la explicase, es si las llamadas  corporatocracias antropotécnicas  intervienen de alguna manera o forman parte de los procesos desarrollados por su cuatrimotor.

Después del 4 viene el 5, así que, sin poderlo remediar, ello me lleva a releer mi artículo de 1985 sobre la cultura informática, compuesta por cinco subculturas informáticas, ya que considero que el enorme desarrollo técnico de los terminales móviles se debe a la digitalización informatizada. Por aquel entonces postulé que la quinta subcultura  era la de informática-mito, donde el ordenador, calificado como “cerebro electrónico”, era capaz de las cosas más increíbles para bien o para mal de la humanidad, ya que existían esas dos grandes versiones extremas. Naturalmente, y salvo raras excepciones, esa subcultura era creada y difundida con mayor o menor asiduidad y garra por periodistas, novelistas, directores y guionistas de cine y de TV, autores de ciencia-ficción y ensayistas de las ciencias sociales, que se ocupaban habitual o circunstancialmente de estos temas. La informática y su brazo armado, el ordenador, adquirían así la categoría de mitos que planeaban sobre la mente de muchos humanos. La previsión era que, con el tiempo, la informática-mito desaparecería, a medida que aumentasen los procesos educativos acerca de estas materias técnicas para reforzar las subculturas  positivas y realistas y los ordenadores se convirtieran en instrumentos familiares, gracias a su progresiva socialización, en gran parte debida a la expansión de los ordenadores personales. Ahora me pregunto si esa subcultura no habrá vuelto a resucitar, aunque de una manera diferente e impulsada por un cuatrimotor Moriniano, en el área tecnosocial de los móviles teletodo ”capaces de las cosas más increíbles y maravillosas”.

Para investigar seriamente y analizar críticamente muchas de estas cuestiones sociotécnicas y sus tendencias, además de Morin, nos vendría muy bien contar con un nuevo Iván Illich, porque no debemos olvidarnos de que, como escribió Sherry Turkle en 2002, “las tecnologías no son nunca herramientas neutras, puesto que nos conducen a vernos a nosotros y a ver el mundo de forma diferente”. Por si sirviera de algo nuestra aportación de infoprofesionales a esas investigaciones y análisis sobre el binomio tecnología-sociedad, cada día más importante, ahí está ya el proyecto de fin de carrera de Francisco Rodríguez, becado por la Cátedra Orange, en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación, de la Universidad Politécnica de Madrid, defendido por su autor ante el tribunal correspondiente el pasado 8 de julio y calificado con la nota máxima. Su título: “Estudio sociotécnico de las comunicaciones móviles: Taxonomía de la complejidad del móvil y análisis de su impacto en la sociedad en red”.

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