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Archivo de la categoría "* MISCELÁNEA"

Algunos ejemplos de la imparable Digitalización Informatizada

Miércoles, 23 de Diciembre de 2009

Ahora, cuando estamos en la que considero primera fase de la auténtica era digital, vivimos una cuarta etapa revolucionaria de la información , consistente en la digitalización informatizada de la infotecnología, cuyos increíbles resultados funcionales se integran sin parar en las Tecnologías para la VIda Cotidiana . Al escribir un artículo sobre mi visión acerca de la Sociedad del Conocimiento, se me ocurrió recopilar algunos ejemplos actuales derivados de esa digitalización, para insertarlos en el texto a fin de ilustrar mis reflexiones. Para ello, me ceñí a ejemplos tomados de noticias y reportajes publicados durante las semanas anteriores en medios de prensa generalistas, en algunos de sus suplementos o en diversos boletines internéticos accesibes a todo el mundo, entre ellos Tendencias21. Finalmente, dada la extensión del artículo, caigo en que esta galería de ejemplos que transcribo a continuación no tendría espacio en su formato de papel y decido colocarla en este post:

* El móvil se convierte en el mejor aliado de las redes sociales, mediante nuevos terminales dotados con sistema operativo, software de aplicaciones ad hoc, interfaces (pantalla táctil incluida) y dispositivos para una conexión permanente y automática con las redes sociales.

* Las ventas de móviles siguen creciendo, con los teléfonos inteligentes (smartphones, o supermóviles, como dicen algunos), de los que, según Gartner, se vendieron 41 millones de ejemplares en el tercer trimestre de 2008, aportando el crecimiento más rápido. De acuerdo con estimaciones de la consultora ABI Research, en 2014 se lanzarán al mercado 330 millones de unidades de estos teléfonos. (Nota interesante, en la hipótesis de que pocos usuarios serán conscientes de los peligros potenciales de estos dispositivos: la revista Businessweek, en su número de 17/11/2009, advierte del aumento de su vulnerabilidad antes los “mismos ataques que han sufrido desde siempre los ordenadores a través de la web o del correo electrónico”). ¿Más ideas sobre el concepto de vulnerabilidad? .

* Extracto de anuncio de un televisor inteligente: “La inteligencia siempre se ha considerado una facultad humana, hasta ahora en que también puede ser una facultad tecnológica. Llega la inteligencia (software exclusivo) aplicada a la tecnología (…) Las máquinas no deben esperar órdenes, deben anticiparse a los deseos de las personas con unas aplicaciones, tales como crear y añadir imágenes, compartir información entre equipos sin necesidad de cables, que garantizan un uso fácil e intuitivo (se acabaron los menús difíciles de entender, de todo lo complejo se encarga la máquina)”

* Bajo el título “El móvil se ´come´al PC”, un artículo en un periódico de información general explicó el 22 de noviembre de 2009 que “el mundo informático y el de la telefonía móvil llevan tiempo inmersos en un proceso de convergencia, que ha impulsado la llegada al mercado de teléfonos diseñados por fabricantes de ordenadores y viceversa (aquí se cita el caso de un famoso fabricante de móviles que ha lanzado recientemente un minicomputador portátil incorporando en él algunas características típicas de los teléfonos celulares)”

* España ha expedido ya 13 millones de DNI electrónicos, que facilitarán las relaciones ente ciudadanos, empresas y administraciones públicas, “realizando trámites y gestiones a través de Internet de forma segura, cómoda y ágil”

* La industria de contenidos digitales ha crecido 15,8 % en 2008. En California, el gobernador Arnold Schwarzenegger ha anunciado una iniciativa para sustituir algunos libros de matemáticas y ciencias en los institutos por versiones digitales gratuitas de fuente abierta, con lo que esperan ahorrar cientos de millones de dólares al año. “En cinco años, creo que la mayoría de estudiantes utilizarán libros de texto digitales”, opina el director de las escuelas Orange County de California. La utilización de estos textos digitalizados requiere disponer de un ordenador, de un lector de libros electrónicos (que están aumentando sus ventas) o de un teléfono móvil de gama smartphone.

* Nuevas impresoras: No necesitan ordenador, pueden imprimir sin necesidad de cables (bluetooth), desde una cámara fotográfica o de un teléfono móvil, navegar por Internet para imprimir fotos o documentos desde servidores web con conexiones inal´qmbricas WiFi. Utilizan pantalla táctil como interfaz con el usuario.

* Aplicación de la telefonía móvil para detectar, mediante una conversación telefónica, el estado de ánimo del interlocutor: “Investigadores del MIT están desarrollando un software de algoritmos que permitirá analizar los aspectos más sutiles de la voz (tono, longitud y frecuencia de las pausas en el habla, velocidad), para establecer si cualquier persona se siente rara, ansiosa o deprimida”

* El Centro de Investigación en Nanociencia y Nanotecnología de Bellaterra (Barcelona) y la Universidad de Vigo desarrollan y patentan un método experimental capaz de detectar células tumorales en 2 minutos, mediante unos biosensores basados en anticuerpos modificados con nanopartículas de oro, dotados de capacidad para reconocer unas determinadas proteínas en la superficie de las células tumorales. Sus autores esperan que, para aplicarlo, se pueda disponer a medio plazo de un sistema compacto, fácil de usar y del tamaño de un teléfono móvil.

* Nueva aplicación para que teléfonos móviles con el sistema Android puedan hacer búsquedas de información por Internet acerca de un lugar, una pieza artística o un monumento, simplemente desde una imagen tomada con su cámara, sin utilizar palabra alguna.

Texticulario: una posible nueva herramienta educativa

Viernes, 6 de Noviembre de 2009

Cuando uno se dedica a estudiar con interés algún tema expuesto en libros o artículos diversos, si éstos están en soporte de papel, el estudioso subraya párrafos, señala figuras o esquemas, escribe comentarios aprovechando los espacios en blanco, etcétera, de tal forma que va resaltando los aspectos que considera más importantes o significativos para analizarlos más a fondo, para recordarlos, o sencillamente para recortarlos y así facilitar el repaso posterior del libro en cuestión. Entre los elementos señalados se incluyen normalmente referencias que cita el autor a textos de otros, que, con fines de profundización o ampliación de conceptos o de datos, serán objeto del mismo tratamiento una vez localizados o adquiridos.

Ahora pongámonos en el supuesto de que el lector estudioso sea un profesor o conferenciante, que algún día tenga que explicar con fines didácticos estos temas, u otros relacionados, o que se proponga escribir algún artículo, libro o informe sobre asuntos relacionados con los temas señalados. La selección cuidadosa que hizo en sus lecturas, que a fin de cuentas recoge los aspectos más sobresalientes del tema de la exposición o enseñanza y quizá algunas claves para facilitar su comprensión, puede ser de gran utilidad para, una vez copiados -por supuesto citando siempre a sus autores- en otros documentos, facilitárselos a los alumnos o participantes, complementándolos con comentarios hablados y debates presenciales u “online”, según la circunstancias. Tras estas sesiones de enseñanza o de conferencia didáctica, es conveniente pedir a los alumnos que, para asimilar los extractos de textos y los correspondientes conceptos involucrados, amplíen su lectura siguiendo las textos originales completos o partes suficientemente extensas y que resuelvan determinados supuestos o ejercicios.

Esta extracción de textos sobre diversos temas complejos es algo que vengo haciendo desde hace algún tiempo, estudiando lo que escriben distintos autores, y que recojo en documentos de uso personal para un uso futuro, bien para sintetizar las principales ideas, bien con finalidades educativas. A tales documentos los estoy llamando texticularios y así es como denominé en público a una selección sobre redes que empleé en una conferencia del curso sobre Ciencia de las Redes y Contexto el pasado día 2 de noviembre.

El término “texticulario” produjo algunas risas entre los asistentes cuando aclaré que se escribía con x, no con s. Posteriormente, he buscado con Google, para comprobar si era una palabra nueva, y me he encontrado, entre otras, con texticulario andaluz. Pero yo tengo mi propia definición:

La palabra ´muestrario´significa “colección de muestras de mercaderías”. Por tanto, una colección de textos breves (extractos) tomados de libros o artículos, sería un texticulario. Una porción estrecha, corta o pequeña, de un texto podría llamarse textículo (con x), lo mismo que fascículo, término proveniente del latín, significa hacecillo, diminutivo de fascis o fasces (haz, en latín). ¿Qué es una muestra: según el diccionario de la R.A.E.?: “parte o porción extraída de un conjunto, por métodos que permiten considerarla como representativa del mismo”.

Siguiendo el artículo 32 del Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, aprobado el 12 de abril de 1996, la creación de texticularios con la finalidad aquí expuesta es algo legal: “”Es lícita la inclusión en una obra propia de fragmentos de otras ajenas de naturaleza escrita, sonora o audiovisual, así como la de obras aisladas de carácter plástico o fotográfico figurativo, siempre que se trate de obras ya divulgadas y su inclusión se realice a título de cita o para su análisis, comentario o juiciio crítico. Tal  utilización sólo podrá realizarse con fines docentes o de investigación, en la medida justificada por el fin de esa incorporación e indicando la fuente y el nombre del autor de la obra utilizada”. Con el mismo objetivo didáctico y similar estructura de lo que aquí estoy denominando texticulario, aunque con otro nombre, puedo citar el caso del libro El vuelo de la inteligencia, cuyo autor, el famoso filósofo, pedagogo y escritor José Antonio Marina dedica las últimas 50 páginas de su libro a lo que él llama “Antología de textos, a modo de bibliografía”.

Para terminar, véase a continuación un ejemplo de textículo, extraído de un artículo de varias páginas, con el objeto de ilustrar, junto con otros 20 textículos más, mi conferencia en el curso sobre REDES arriba citado:

Angela Delgado y Diego Rasskin-Gutman, Redes, el principio vital, en el libro Banquete_Nodos y Redes, Seacex & Turner, 2009, pp. 79-84: “las redes procuran identidad a las partes del sistema. Nos construimos, la vida se construye, se organiza y se selecciona a partir de los ritmos de sus relaciones (…) Pero las redes no son materia organizada, no son nada más que una pulsación, un mensaje, diferentes potenciales de energía, bits de información, una serie de funciones, son las luces y sombras que rítmicamente dibujan las diversas rutas en el espacio y en el tiempo que tiene y puede seguir un sistema. Sí, forman parte del sistema vital, pero ¿habría infinitas redes si los patrones o la materia no las limitasen? Las redes quedan secuestradas entre los patrones materiales de las formas naturales, aquellos patrones que se han reconocido como las partes afines de un sistema. Las redes sociales y nuestras creencias quedan secuestradas por el modo en que se organizan los individuos de una sociedad o por el modo en el que definimos qué es una individualidad.”

La informática nubosa se incorpora a la galaxia de lo inmaterial

Lunes, 26 de Octubre de 2009

Por diversos motivos, observar el desarrollo y expansión del soft computing y del cloud computing ha provocado en mis decadentes redes neuronales una activación inesperada de interconexiones conceptuales, que intentaré resumir en este blog, que por algo es misceláneo.

Entre otras impresiones, extrae de mi memoria la propuesta, tantas veces utilizada por mí, de las tres revoluciones de la información debida a Herbert Simon, uno de los padres de la Inteligencia Artificial, psicólogo, además de premio Nobel de Economía: 1) El lenguaje escrito (cuarto milenio antes de Cristo); 2) El libro impreso (mediados del siglo XV), que dio lugar a la galaxia Gutenberg; y c) Las tecnologías de la información (iniciadas básicamente en el siglo XIX), revolución generadora de la que podemos llamar galaxia de lo inmaterial. Siguiendo este modelo simoniano de eras revolucionarias, un servidor se ha permitido sugerir que procesos técnicos de cambio vertiginosamente exponencial han dado lugar a una cuarta etapa revolucionaria , generada por el progreso de la anterior, de consecuencias que no somos capaces de comprender del todo. Esta incapacidad ya la resaltaba en mis escritos de hace tiempo, cuando subrayaba la desproporción entre “el ritmo sobreacelerado de la tecnología en general frente a los cambios mucho más lentos de nuestra evolución biológica, cultural y social”. Este tremendo ritmo y poder funcional de la infotecnología, compuesta internamente por una complejidad en aumento, en gran parte inasequible para los infociudadanos, potencia la infotecnocracia del Nuevo Entorno Tecnosocial en el que vivimos.

La galaxia Gutenberg -es decir, los libros y documentos de papel- está todavía ahí, pero la intensa digitalización debida a esta cuarta revolución la está haciendo desaparecer. Véase, si no, cómo se está programando el que las aulas y los libros de texto se digitalicen, es decir, que pasen a la galaxia de lo inmaterial. Y eso no es todo, las Humanidades Digitales empiezan a ocupar un territorio educativo y cultural, como muestra este manifiesto de la Universidad UCLA.

Precisamente, por estos días, con motivo de la celebración de los 40 años de los inicios de Internet, Leonard Kleinrock, quien el 2 de septiembre de 1969  fue capaz de conectar dos ordenadores en red y hacer transferencia de ficheros entre estas terminales y por tanto es precursor de Internet, empezando primero por la fase de Arpanet, manifestó su permanente estupefacción acerca de las múltiples aplicaciones internéticas, de las transformaciones sociales producidas por Internet y de su inmenso éxito, entonces y todavía inimaginables para él. Aplicaciones y cambios que, a mi entender, pertenecen al área de la cuarta revolución de la información, como también el soft computing y el cloud computing, en principio.

Estas consideraciones, tanto las de Leonard como las propias, me han llevado a otra interconexión conceptual, en este caso, con las propuestas de Bauman de una vida y sociedad líquidas. Transcribo: “El sociólogo Zygmunt Bauman es el autor del concepto «modernidad líquida» para definir el estado fluido y volátil de la actual sociedad, sin valores demasiado sólidos, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos. Lo que antes eran nexos potentes ahora se han convertido en lazos provisionales y frágiles”.

Adjetivos como ´fluido´ y ´volátil´ me recuerdan a ´líquido´, ´blando´ y ´nuboso´, siendo los dos últimos las traducciones fáciles de soft (soft computing) y de cloud (cloud computing). A ver si toda esta avanzada tecnología va a darle la razón a Z. Bauman y en este mundo complejo e incierto en lugar de avanzar hacia una Sociedad del Conocimiento más bien tendamos a construir una sociedad líquida. No puede negarse: pese al significado literal de estos adjetivos, el progreso tecnológico actual impulsa cambios sociales revestidos de complejidad pura y dura.

Martin Cooper: Hipermultifuncionalidad vs. Convivencialidad

Lunes, 7 de Septiembre de 2009

Entrevistado hace unos días (diario ABC, 5/9/2009), Martin Cooper, considerado el padre de la telefonía móvil, dijo cosas como éstas: “El problema hoy es que la tecnología no se corresponde con las necesidades de la gente”. A propósito de los smart phones: “Si quieres hacer un dispositivo universal que haga todo para todos, no hará ninguna cosa bien. En el futuro llevaremos distintos dispositivos, muy aptos cada uno y con un objetivo determinado”. Más adelante: “lo que no me gusta son las cosas complicadas. Si sólo necesitas hablar te sobra la cámara. Las compañías deberían hacer aparatos intuitivos. Deberíamos tener móviles diseñados en función de nuestras necesidades”.

Sus palabras me han recordado mis frecuentes reflexiones y textos en artículos y libros sobre el concepto de complejidad instrumental de la tecnología, que crece siempre, además de por otros factores, cuando ésta se dota de múltiples funciones, y su impacto negativo sobre lo que siempre he denominado “convivencialidad” (siguiendo el término del extraordinario pensador crítico ya fallecido Iván Illich, quien escribió: “una herramienta es convivencial en la medida en que cada uno puede utilizarla sin dificultad, tan frecuente o raramente como desee, para los fines que él mismo determine”). Si las palabras de Cooper expresan realmente lo que piensa una persona pionera de la telefonía -en 1973 realizó la primera llamada inalámbrica de la historia-, todavía activa en el mundo de la tecnología con su empresa de antenas inteligentes, a mí me sirve para reforzar mi idea de que compaginar la dotación de funcionalidad instrumental con la convivencialidad del instrumento es algo esencial, como lo demuestra un eslogan que publiqué en el capítulo 3 de mi libro de 1987 Computadores personales: Hacia un mundo de máquinas informáticas: “Contra complejidad, convivencialidad”. (Una curiosidad histórica que acabo de descubrir al redactar este post: el libro de I. Illich en inglés Tools for Conviviality se publicó precisamente en 1973).

Sobre el concepto que denomino hipermultifuncionalidad en el Nuevo Entorno Tecnosocial en el que vivimos podría transcribir varios textos míos, pero bastará con unas pocas líneas, recogidas de mi artículo de colaboración en el libro Web 2.o, de 2007: “Del efecto combinado de la interacción desequilibrada entre la complejidad creciente de la tecnología y la habitualmente escasa preparación del usuario medio se deriva esa forma moderna de “esclavitud” del humano respecto de la tecnología que han señalado Illich, Marinoff y muchos otros”. (…) “la hipermultifuncionalidad instrumental potencialmente disponible acaba resultando superflua cuando es subexplotada por el usuario, tiende entonces a convertirse en hipofuncionalidad y queda inédita, invisible”.

A propósito de la mención de “esclavitud” convendría preguntarse de paso si ese dominio de la infotecnología basado en su complejidad no es precisamente una manifestación clara de lo que en este blog denominé hace unos meses Infotecnocracia. Pero, para terminar, anotaré una conexión conceptual entre la respuesta de Cooper relativa a los dispositivos muy aptos y dotados de un objetivo funcional determinado de acuerdo con las necesidades del usuario y la noción de infoimplementos (en inglés, information appliances) de Donald Norman, que utilicé ampliamente en mi libro Más allá de Internet: la Red Universal Digital (véase pág. 171): “Donald Norman ha expuesto perfectamente qué son y qué significan los infoimplementos en un libro muy elocuente de 1998 titulado The Invisible Computer, aunque no menos expresivo es su largo subtítulo (en español ¿Por qué los buenos productos pueden fallar, el computador personal es tan complejo y los infoimplementos son la solución?). Un infoimplemento -dice- es un utensilio diseñado para una aplicación concreta y posee sus propios circuitos informáticos cortados a la medida de la tarea, de tal manera que aprender a usarlo es lo mismo que aprender la tarea”.

TICcionario

Martes, 23 de Junio de 2009

Tengo una cierta costumbre, muy arraigada, de prestar atención al uso de las palabras y hasta de inventar bastantes (o por lo menos creer que las invento), hábito tan arraigado que hasta podría calificarse de manía, pero en ningún caso de tic (nervioso), porque no me veo afectado por un “movimiento convulsivo producido por la contracción involuntaria de uno o varios músculos” (ver DRAE). 

Igual que ocurre con DRAE, que es la sigla que permite referirse sólo con 4 letras al “Diccionario de la Real Academia Española” (6 palabras), ocurre con otras siglas, como ésa que no me gusta, TIC, que resume en 3 letras la expresión de 7 palabras “Tecnologías de la Información y las Comunicaciones”. Mi rechazo a la sigla TIC viene de que no era necesaria, mucho ciudadanos no saben lo que significa, y hasta en diferentes contextos -incluso algunos muy habituales- puede significar cosas distintas, que por lo menos se prestan a tomarla a broma. El uso de siglas sólo es indispensable cuando no es posible expresar algo en una o dos palabras, y eso, como he explicado en numerosas ocasiones, no ocurre en este caso. Todas estas tecnologías que ni siquiera se expresan bien con las 7 palabras ocultas en la sigla TIC podían haberse resumido en una sola, Infotecnologías, que comprende a todas las tecnologias que tienen que ver con la información. Ya en su día, durante 1995-1996, irritado por el uso habiual de la expresión  “Autopistas de la Información” sugerí y empecé a usar el término Inforpistas, tema al que dediqué un buen número de columnas, posteriormente reproducidas en un librito.

Las siglas tienen su misión, especialmente si expresan un significado indiscutible o conocido de todo el mundo, como PIB, IPC o ICV, y si se usan coherentemente. PIB se pronuncia “peibé”, aunque algunos, con la crisis económica, empiezan a decir “pib” porque ahora es término que se usa todos los días. En cambio, TIC sólo se dice “tic”, no “teicé”, por lo que parece la onomatopeya de un sonido de reloj o de las características de un comportamiento nervioso, algo poco serio para lo que se quiere representar con la sigla. 

Lo del significado indiscutible siempre es relativo. Por ejemplo, yo creía que ICV significaba Índice de Calidad de Vida, pero la Wikipedia acaba de mostrarme que también puede significar Iniciativa per Catalunya Verds, Iniciativa Ciudadana Vasca, Instituto Cartográfico Valenciano o Instituto de Cerámica y Vidrio. En cuanto a la coherencia en el uso, tengo un reciente ejemplo de lo contrario: AETIC parece que algunas veces significa “Asociación de Empresas de Electrónica, Tecnologías de la Información y Telecomunicaciones de España”  Conclusión: hay veces que C significa Telecomunicaciones, no Comunicaciones. Por lo demás, AETIC tiene una fundación, cuya sigla es FTI (Fundación Tecnologías de la Información), en la que ha desaparecido la C de Comunicaciones. También está ASTIC, sigla que designa a la ASociación profesional del cuerpo superior de sistemas y Tecnologías de la Información, en cuyo nombre completo no aparece por ningún lado la C de Comunicaciones. Claro que la C podría asimismo utilizarse para Carretera, como ocurre con otra ASTIC: ASociación del Transporte Internacional por Carretera.

Por todo lo dicho, a los que nos gustan las palabras y su uso correcto o eficaz, nos parece que, ya que no suelen tomarse en consideración nuestras propuestas, nos queda, como dije hace dos meses en una conferencia, “el juego con las palabras, inventadas o maquilladas sin más intención que divertirse, caricaturizar y en algunos casos para llamar la atención o dotar de una relevancia verbal a algún concepto o situación de tu entorno profesional”. En esta línea se mueve un amigo que con ingenio e ironía ha propuesto el término infoTICnologías, que sería utilísimo para usarlo en cualquier texto en el que su redactor, después de haber utilizado en el título y quizá hasta en varias ocasiones la famosa sigla TIC, desarrolle varios razonamientos empleando la palabra ´tecnologías´, sin aclarar si en ese momento se refiere precisamente a las TIC (o sea, a las infotecnologías), o a qué, ya que si el razonamiento es general podría estar refiriéndose a tecnologías de los materiales, de la energía o a cualquiera otras. Pues bien, para evitar confusiones, podría emplear el término infoTICnologías o incluso sólo TICnologías.

Siguiendo con esta línea de bromear con las palabras que nos disgustan, se me ocurrió hace pocos días la palabra que titula este post, pero ahora ya tengo la costumbre de comprobar con el amigo Google si alguien se me ha adelantado y acabo de ver que  el término ´ticcionario´ ya se está usando. Lo honrado es reconocerlo.

Turistas digitales

Jueves, 21 de Mayo de 2009

En los últimos tiempos nos hemos dedicado mucho a hablar y escribir, incluso en este mismo blog, sobre los nativos digitales  y también sobre los inmigrantes digitales. Los primeros conviven desde sus más tiernos años con la densa tecnología digital que nos rodea y eso parece que puede desarrollar en su cerebro un proceso de formación de una inteligencia estructural y funcionalmente diferente a la de sus mayores, hermanos, amigos o padres, cuyos años de educación inicial transcurrieron en un entorno analógico, proceso al que llamé en agosto de 2006 noomorfosis digital. Parece evidente que desarrollan una foma de inteligencia que podríamos llamar inteligencia digital  y, a medida que crecen, contribuyen, probablemente en mayor medida que cualquier otro factor, a aumentar el grado de digitalidad mental y también de digitalidad social del conjunto de infociudadanos.

En cambio, los inmigrantes digitales son aquéllos que, habiendo vivido y operado durante una gran parte de su vida o toda ella en un espacio informacional analógico, por deseo o por necesidad entran o intentan entrar a vivir y actuar en un espacio informacional nuevo, el digital, densísimo en una tecnología que tiende a cambiarlo todo. Estas personas, después de serios esfuerzos y de experimentar dificultades e incertidumbres, van transformando poco a poco su mentalidad y su forma de inteligencia (gracias a la plasticidad cerebral) y a ese proceso de transformación para adaptarse eficazmente a las posibilidades del Nuevo Entorno Tecnosocial lo llamé en su día noometamorfosis digital.

Pero también hay numerosos ciudadanos que no están muy dispuestos a incorporar a su cabeza y a su quehacer unas capas reales de infociudadanía y cuando parece que están actuando en el sentido de mirar algo en Internet, manejar un mínimo de correo electrónico o cualquier cosa semejante, puede comprobarse objetivamente que en general suele tratarse de una actuación muy superficial, sin verdadero esfuerzo para cambiar, asemejándose al que visita una ciudad material o un territorio geográfico nuevo, no con la intención de  asentarse en él con el objetivo de ganarse el sustento, sino para recorrerlo durante unos días, contemplar unos monumentos, entrar un rato en un museo, dar unas cuantas vueltas, comer un día aquí y otro allí y luego largarse de nuevo a su tierra. Evidentemente, éstos no son inmigrantes, son simples turistas. Por supuesto, también hay los que ni tan siquieran son visitantes, simplemente permanecen encerrados en su territorio informacional de toda la vida, por lo que podrían ser calificados metafóricamente como inmovilistas analógicos.

En el día de ayer, durante el coloquio posterior a la presentación en mi Escuela del libro “La empresa en la Web 2.0″, escrito por Javier Celaya, los comentarios del autor nos llevaron a considerar el hecho de la falta de evolución de muchas empresas en este terreno, sumergidas en una línea conservadora y tradicional alejada de la auténtica innovación tecnológica, las inciertas expectativas de cambio en el uso de estas herramientas infotecnológicas y otros aspectos que sin duda podríamos relacionar con los procesos de construcción equilibrada de una sociedad moderna, a la vez analógica y digital (la famosa creación destructiva de Schumpeter). 

En coherencia con lo expuesto en este párrafo mi comentario en público lo enfoqué hacia la existencia de gentes a las que si las teníamos calificadas, por lo menos no les habíamos dado un nombre para clasificarlas y retratar su perfil en este ámbito infociudadano. No pueden ser considerados como inmigrantes digitales, son turistas digitales, que es una cosa muy distinta, y que, por desgracia para nuestros necesarios procesos de transformación socioeconómica y educativa, abundan entre nuestros dirigentes empresariales y mediáticos, en el sector del profesorado y, por supuesto, constituyen la casi totalidad de nuestra clase política.

A ver si en los próximos informes sobre el estado de la Sociedad de la Información en España nos empiezan a cuantificar el porcentaje de turistas digitales, en el sentido de personas cualificadas con un cierto grado en la escala de la digitalidad mental, tal como se explica en este “post”, y no como el turista viajero tradicional informado por medios digitales . Creo que es un dato que merecería la pena conocer, para evaluar un poco más realísticamente esta famosa Sociedad, que no se nos cae de la boca.

Infotecnocracia

Sábado, 7 de Marzo de 2009

Como escribí en el año 2000 en un ensayo dedicado a analizar la noosfera y su relación con la sociedad y la tecnología “el entorno artificial en el que viven los humanos es otra estructura de la noosfera, ya que sus elementos tangibles, siempre renovables, sean viviendas, muebles, iglesias, puentes, aviones, fábricas, redes eléctricas, carreteras, ordenadores, lentes de contacto, instrumentos musicales, sean procesos u organizaciones sociales, proceden de la aplicación del conocimiento.. En particular, el instrumental técnico, científico e industrial forma la tecnosfera, un mundo de “paquetes” de conocimiento integrado, que es algo así como una proyección material de la noosfera”. E. Morin dixit en un libro de 2001: “A comienzos del siglo XXI está claro que la tecnociencia ha devenido motora y transformadora”.

A nosotros nos interesa en particular la parte de la tecnosfera producida por la infotecnología, esto es, la infotecnosfera, cuya predominancia social se basa en que, estructurada cada día más como un denso tejido tecnológico denominado por mí la Red Universal Digital, afecta profundamente a casi todas las actividades humanas en los países desarrollados, como prueba el auge increíble de las TVIC (Tecnologías para la VIda Cotidiana).

No hay duda de que vivimos en un mundo dominado por la información, de forma que si tomamos la palabra ´dominio´ en su acepción de ´poder´o ´predominio´, podría decirse, como ya ha hecho alguien, que la sociedad de la información es en cierta forma una infocracia. Sabemos que las tecnologías de la información generan una infinidad de posibilidades en comunicación, entretenimiento, aumento de la productividad, control, confort, acceso al saber registrado y un largo etcétera, pero también implican inundación, despilfarro, superficialidad, infoxicación, desconcierto, brechas. Además, lo miremos como lo miremos, es evidente que nuestras sociedades de la información andan muy lejos de poder ser calificadas como sociedades del conocimiento, aunque por otro lado es indiscutible que toda esa infotecnología no deja de ser un enorme emporio de conocimientos transformados por un multitudinario ejército de investigadores, técnicos y especialistas en asombrosos artefactos, dotados, gracias a su complejidad interna y a su versatilidad operativa, del poder de cambiar profundamente, y no siempre para bien, bastantes segmentos de nuestras vidas y conducir muchos otros a diversas formas de alta tecnodependencia. Así que si quisiéramos acuñar un nuevo vocablo para nombrar esta situación de poder social, abstracto y no conscientemente planificado, pero real en sus efectos, que se produce al margen del régimen político vigente en cada caso concreto, creo que el término adecuado sería infotecnocracia. Es mi propuesta de hoy.

Creo que unas pocas líneas de texto tomadas del libro de Rosalind Williams Cultura y Cambio Tecnológico: el MIT, ayudarán a ilustrar aunque sólo sea una parte del significado del término ´infotecnocracia´. Esas palabras, editadas en la página 106 del libro, se refieren a algunas de las dificultades producidas en el proceso de reingeniería del prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts: “…una vez que el trabajo ha sido replanteado en términos tecnológicos, la lógica del sistema tecnológico subyacente acaba modificándolo profundamente. Las reglas de la tecnología acaban gobernando todo lo demás. (…) y si no promovemos puntos de vista constructivos sobre el desarrollo técnico-social, haciendo hincapié en las posibilidades y las limitaciones de los cambios y alternativas tecnológicas, una gran parte de la gente volverá la espalda a la posibilidad de una toma de decisiones participativa, consiguiendo que las tecnologías escapen realmente a nuestro control”.

Opino que, hasta que no desarrollemos unas bases adecuadas de tecnocultura, en la sociedad de la información reinará una infotecnocracia opaca, difícil de percibir y de comprender, cuyas consecuencias indirectas no estamos preparados para prever y menos aún para controlar o atemperar basándonos en razonables fundamentos sociotécnicos y humanos tendentes a potenciar los efectos positivos y a reducir los impactos negativos y sobre todo a eliminar los patógenos. Afrontamos, intelectualmente desarmados ante tanta complejidad, sin criterios claros, la incorporación masiva a nuestras vidas y formas sociales de la infotecnología en general y de las TVIC, en particular. “La función última de la tecnocultura es ayudar a formar una mente preparada para conocer y saber gestionar las consecuencias que la aplicación de las funciones tecnológicas disponibles tiene sobre las actividades del usuario, sobre su entorno humano, socioeconómico y ambiental habituales y sobre él” (véase bloque de diapositivas adjunto).

La sociedad, representada por las fuerzas sociales, necesita aprender ciertas bases tecnoculturales, porque la adaptación entre la tecnología y los humanos no es tarea simple y no puede dejarse exclusivamente bajo ese poder infotecnocrático. En el capítulo 9 de mi libro sobre el Nuevo Entorno Tecnosocial  cito al economista y novelista José Luis Sampedro, quien, refiriéndose al colectivo humano, en su libro Las fuerzas económicas de nuestro tiempo, describe esquemáticamente esa adaptación como un proceso yin-yang, para explicar la interacción entre las fuerzas técnicas, el Yang (el motor tecnocientífico, que diría Morin), y las fuerzas sociales, el Yin, donde éstas, en definitiva, la sociedad, “hace posibles nuevas técnicas, las acoge y organiza a los hombres en relación con ellas”. Pues bien, en el caso de la infotecnosfera, nuestro Yin  no parece funcionar como debería para contribuir a alcanzar el equilibrio Yin-Yang.

Las siguientes palabras del poeta T. S. Eliot, escritas hacia 1934, “adónde se fue la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento, adonde el conocimiento que hemos perdido en la información?” me dieron la pista para escribir un ensayo titulado La sociedad informatizada: Apuntes para una patología de la técnica en el que se modelaba un circuito cognitivo cuyo punto de partida es la información, continúa en el conocimiento (si es que se sabe metabolizar la información con esfuerzo e inteligencia) y culmina su recorrido en la acción, pero raramente en la sabiduría, entendida ésta como “grado más alto en el conocimiento” o “conducta prudente en la vida o en los negocios” (D.R.A.E.), aptitud casi imposible de lograr por medio de una especialización. Como se dijo antes, el ejército de infoprofesionales y la industria han sabido recorrer ese circuito y convertir los conocimientos tecnocientíficos en acciones organizadas de producción de artefactos, sin emplear en principio circuitos que les provean de conocimientos tecnoculturales, orientados a penetrar en el territorio de la sabiduría.

Por lo demás, parece que los usuarios de infotecnología tampoco están demostrando mayoritariamente que ésta les sirva para mejorar sus conocimientos y cultura, por lo que podemos considerarlos como miembros de comunidades cada vez más infotrópicas o infotecnotrópicas, pero poco o nada nootrópicas y, por ello, un tanto infotecnocráticas. Citemos una vez más a Edgar Morin, quien, en el volumen 5 de su serie El Método, titulado La Humanidad de la Humanidad: La Identidad Humana, Ed. Cátedra, 2ª edición, 2006, escribe que “los progresos técnicos y económicos no son una garantía de progreso intelectual y ético y a menudo van unidos a un subdesarrollo psíquico y moral” (página 245). Más argumentos para pensar que la infotecnocracia no dejará fácilmente de crecer.

Para terminar, no puedo dejar de citar a Neil Postman, como ya lo hice en la página 295 de mi libro Más allá de Internet: la Red Universal Digital , no por su apellido que parece significar algo relacionado profundamente con la blogosfera, sino por sus ideas y advertencias relacionadas con el concepto expuesto en este post: “Postman, en su libro Technopoly, Vintage Books, N.Y. , 1993, nos avisa del peligro de ir hacia un tecnopolio, que ahora llamaríamos tecnopolio digitalista”". Postman define “Tecnopolio” como una sociedad que cree que “el primero, si no el único objetivo del pensamiento y del trabajo humano es la eficiencia, que el cálculo técnico es en todos los aspectos superior al juicio humano…y que los asuntos de los ciudadanos se guían y conducen mejor por expertos”. En una entrevista en enero de 1996, Postman remarcó con énfasis su solución ante el tecnopolio, consistente en proporcionar a los estudiantes una educación sobre historia, efectos sociales y enfoque psicológicos de la tecnología, de forma que pudieran llegar a adultos que “usan la tecnología en vez de ser ellos usados por ésta”.

¿Lector papelesco o pantallesco?

Martes, 10 de Febrero de 2009

El poeta francés Paul Valéry (1871-1945) escribió: “Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre: el fuego, la humedad, los animales, el tiempo y su propio contenido”. Seguramente ahora añadiría la pantalla en el primer lugar de la lista de enemigos, porque él sólo convivía con el libro de papel. Todavía hoy, el adjetivo ´libresco´, que significa “perteneciente o relativo al libro”, se aplica al libro impreso, igual que ´carnavalesco¨, palabra muy propia de estas fechas,  significa “perteneciente o relativo al carnaval”.

Actualmente, Christine Rosen clasificaría a Valéry en la categoría cultural de People of the Book, porque ya empieza a emerger una nueva categoría: People of the Screen. Estas dos categorías abarcan en principio a gentes con culturas diferentes, basadas en dos tecnologías distintas, la del papel impreso y la de la pantalla, que, según parece, se está convirtiendo rápidamente en el icono de la tecnología digital a efectos culturales y mediáticos. La denominación “people of the screen” sería coherente con la sugerencia que hacía yo en mi anterior postal de hablar de screen generation , puesto que, como alguien ha escrito, “Technology seems to be omnipresent in the work, play, learning, and  socializing of our youngest generation”. Pude comprobar inmediatamente, buscando con Google, que mi sugerencia distaba mucho de ser original.

La pantalla es una interfaz tecnológica, un artefacto plano donde se opera y visualiza el “diálogo” multifuncional entre los humanos y las máquinas, para hacer cálculos, para jugar, para buscar informaciones, para navegar, para “chatear”, para escribir o crear información de muchas clases, etc., y también para leer, claro está, todo depende de la máquina que esté detrás de la pantalla y de sus aplicaciones programadas. Los tiempos de Valéry quedan muy lejos, por aquel entonces no había nada de esto. En cualquier caso, dado que un texto, tanto si es libro como si no lo es, puede leerse sobre papel o sobre pantalla, pienso que mejor sería distinguir entre lectores papelescos y pantallescos, y aclaro que me estoy refiriendo a lectores humanos, no a artificios específicos como los llamados eReaders, diseñados para leer libros en versión digital.

Lo que supongo que procede sociológicamente en estos momentos históricos es escudriñar de manera directa las ventajas e inconvenientes de la nueva forma de leer pantallescamente, si bien hay un tema de fondo, mucho más amplio, trascendente y complejo, por explorar: el impacto de la PANTALLA sobre la inteligencia y la cultura en todas sus vertientes. “Toda tecnología -escribe la señora Rosen- es a la vez una expresión de una cultura y un potencial transformador cultural”. De ahí la importancia, añado yo, de desarrollar y aplicar en estos análisis, como vengo sosteniendo, una sociotecnología profesional.

Sobre las nuevas formas de lectura, recomiendo leer en pantalla (no existe otra opción en este caso) el artículo de Rosen en la revista internética New Atlantis , un ensayo de gran actualidad, lleno de detalles, ideas y observaciones, con especial énfasis comparativo de tales formas y de sus efectos según se realicen en el libro de papel o en el libro electrónico, en particular el manejado por Kindle (con tinta electrónica o papel electrónico en su pantallita, para no machacar nuestros ojos), del que en estos días se presentará su segunda versión . La conclusión general de esta autora es que, si se mira la lectura con fines de alfabetización o de adquisición seria de conocimientos, la lectura papelesca no debería ser sustituida por la pantallesca.

Parece que sobre este punto coincide un estudio realizado por Anne Mangen en el Centro Nacional para la Educación y la Investigación de la Lectura en Noruega, del que he leído un resumen, también en un medio internético, titulado La pantalla del ordenador no acabará con los libros . Dice Anne que la ausencia de un soporte físico tangible en el texto leído conduce a una forma de lectura tipo escáner, superficial, lo que da superioridad al papel en el caso de textos complejos, portadores de conocimiento, que requieren mayor grado de concentración por parte del lector. Personalmente, estoy de acuerdo, porque el papel -lo que incluye, si es preciso, imprimir contenidos de pantalla- me permite subrayar, escribir comentarios (aunque algún lector de libros electrónicos nos permite limitadamente hacer anotaciones y hasta puede hablarnos) o dibujar esquemas al margen, corregir con un bolígrafo palabras erróneas, es decir, trabajar el texto, dedicándole esfuerzo y tiempo , que es la manera como nuestro circuito cognitivo metaboliza la información y la convierte en conocimiento . La investigadora termina diciendo que, en cambio, “esto explicaría el éxito de la lectura de periódicos on-line. Leer prensa es un proceso no lineal consistente en saltar de una noticia a otra, escaneando los titulares y ojeando los destacados. La tecnología digital, con su hipertexto, se lleva muy bien con este leer aquí y allá”. También con esto estoy de acuerdo.

De lo que no cabe duda es de que el progreso hacia la digitalización social, incluida, como caso particular, la wikificación del conocimiento , sigue en aumento (véase como ejemplo el Digital Graphic Pen, la pluma, lápiz o bolígrafo digital). Mi texto de colaboración en el libro Web 2.0 definía la digitalidad social y la digitalidad mental como nuevos parámetros humanos generados por la potente infotecnología, que, entre otras cosas, nos ofrece una disponibilidad y una accesibilidad prácticamente instantáneas a una ingente cantidad de herramientas y fuentes informativas, de conocimiento y culturales. Particularmente, abogo  por cultivar, en la medida de lo posible, una análogo-digitalidad razonable, recogiendo lo mejor de cada uno de los dos mundos, el analógico y el digital, y propongo guiarnos por unas bases de tecnocultura, construida sobre una maduración sociotécnica de la tecnología.

Coherentemente con lo dicho, me declaro alternativamente lector papelesco y pantallesco, según las circunstancias. Pero no micropantallesco, salvo para consultas rápidas bajo circunstancias especiales. Por eso me quedé estupefacto cuando hace menos de cuatro meses una periodista pidió mi opinión sobre el éxito de la novela japonesa Koizora (Cielo de Amor), leída por 25 millones de personas en sus móviles, un fenómeno que yo desconocía. Ahora, Amazon ofrece al público su Kindle 2, con 6 pulgadas de pantalla y capacidad para almacenar 1.500 títulos, y Google acaba de anunciar que pondrá 1,5 millones de títulos de su biblioteca virtual Google Book Research a disposición de los usuarios del iPhone y de los teléfonos móviles que operen con el software Android. ¡Libros para leer en pantallitas de alrededor de 3 pulgadas y cacharritos de unos 100 grs. de peso! Me pregunto qué tipos de textos pueden tener como soporte una  micropantalla y qué significa eso social y culturalmente. Tal vez haya que vigilar que la incontenible miniaturización de la tecnología no acabe miniaturizando alguna parte de nuestra cultura y no pocos de nuestros saberes.

La generación interactiva

Viernes, 19 de Diciembre de 2008

Como he repetido en tantas ocasiones, una de las principales consecuencias del Nuevo Entorno Tecnosocial generado por la vertiginosamente creciente infraestructura infotecnológica ha sido la “construcción” progresiva de una infociudad cada vez más global, poblada  y densa en funciones. Crece sin parar el número de sus “habitantes” y la cantidad de tiempo que éstos viven a diario en ella, y todos sabemos que quienes han despertado mayor interés mediático y académico son las nuevas generaciones, o sea, los niños y adolescentes, a quienes podríamos potencialmente considerar infociudadanos genuinos. Una prueba de ese interés es el libro recientemente publicado “La Generación Interactiva en Iberoamérica: Niños y adolescentes ante las pantallas” de Ariel, en la colección de Fundación Telefónica. Un rasgo llamativo de este libro, catalogable como estudio socioeconómico de la interactividad digital de los menores, es que clasifica los dispositivos infotecnológicos de la interactividad por sus pantallas, así: a) Internet: la pantalla que todo lo envuelve; b) El celular: la pantalla que no se apaga; c) Videojuegos: la ventana al ocio digital; y d) La televisión: la pantalla reina. Después, he comprobado que una clasificación por pantallas parecida y, sobre todo, el término de ´generación interactiva´ se empleaban ya en 2007 en el libro “Educar hijos interactivos” . Curiosamente, hace poco me hacía eco en mi blog de que algunos empiezan a llamar cuarta pantalla a la (que nunca se apaga) del teléfono móvil o celular . ¿Una vida regida por las pantallas? En cuanto a terminología internacional, parece como si estuviéramos pasando de la ´net generation´ a la ´screen generation´.

El DRAE define el término ´interactivo´, en su vertiente informática, como adjetivo aplicable a un programa que permite una interacción, a modo de diálogo, entre el ordenador y el usuario, mientras que la interacción, en general, es la acción que se ejerce recíprocamente entre dos o más objetos, agentes, fuerzas, funciones, etcétera. Podemos admitir sin problemas que las tres categorías primeras de la clasificación de interactividades descritas en el citado libro incluyen siempre alguna o varias clases de ordenadores en ese diálogo, que, por lo demás, como enuncié en mi definición de infociudad emplea “terminales con botones, teclas, pantallas, contraseñas e identificadores varios, para comunicarse y realizar una parte creciente de sus actividades habituales y otras muchas nuevas, convertidas en señales, símbolos, lenguajes y procesos inmateriales…”, es decir, bastantes más dispositivos que la pantalla, si bien es verdad que en este artefacto  plano se opera y visualiza el “diálogo” entre los humanos y la máquina.

En las páginas introductorias de este estudio se resalta la pertinencia de analizar los impactos muy patentes -”que a los adultos nos cuesta entender”- de los productos y servicios de la tecnología digital sobre los usos y costumbres de los menores, “de los que “se desprenden no pocos interrogantes educativos y sociales”. Estoy de acuerdo, pero por mi parte tengo que decir que los autores han escogido de forma general el término ´interactividad´, más que para estudiar rigurosamente los cómos, los porqués o los grados de complejidad de las diferentes modalidades de interacción (acción recíproca, habría que preguntarse ¿hasta qué punto llega el grado de participación activa del humano?), para englobar en él los usos más habituales de la infotecnología actual, enfoque que, por otro lado, es el que mejor encaja con un observatorio sociológico.

Otros observadores concentran su atención en alguna clase más específica de interacción, para analizar con mayor profundidad  la bondad o malignidad de su influencia en el comportamiento de los menores. Por ejemplo, el éxito de los videojuegos (o compujuegos, o ciberjuegos) conduce a continuos análisis y a conclusiones variadas acerca de sus efectos, que van desde que Los juegos ‘on line’ atrapan a los adolescentes  o los enganchan hasta que, como escribió J. L.Rosnay en 1995, “los jóvenes usuarios de videojuegos podrían estar inventando una nueva forma de cultura de la complejidad y de las interacciones, frente a  la tradición cultural de nuestras sociedades, que, por su esencia, es literaria (…). Bien instalados en el corazón de lo inmaterial, los videojuegos tienen como regla básica la interactividad. Los mundos imaginarios que evocan se prestan a cualquier modificación, a cualquier estrategia, a cualquier desviación. Con los dedos sobre la consola el jugador tiene la impresión de controlar el mundo. Sin aprendizaje previo, sin reglas de conducta,  millones de niños en el mundo descubren la interactividad electrónica y construyen una forma personal de navegación por los universos multimedia e hipermedia”. En otra ocasión ha dicho Rosnay: “Lo que es interesante es el uso de la interactividad para crear colectivamente lo que denomino la intercreatividad”. En relación con los videojuegos,  me permito añadir que no debemos olvidar que la interactividad está regida por las reglas programadas en ellos, por lo que, en este caso, cuando se dice “diálogo entre el usuario y el ordenador”, tal expresión significa: diálogo con la aplicación ejecutada en el ordenador.

En mi libro “Más allá de Internet: la Red Universal Digital” citaba un ejemplo colectivo de interactividad de menores, de participación activa muy interesante, habida cuenta de la mala imagen que suele darse del estudiantado actual: la elaboración en 2002 de 3.000 periódicos para Internet por parte de 50.000 alumnos de ESO y bachillerato, para el  concurso de la I Edición Nacional de El País de los Estudiantes.

Dicho libro define en el Nuevo Entorno Tecnosocial 21 propiedades o dimensiones, divididas en cuatro grupos de fuerzas transformadoras del espacio social en el que vivimos y en un grupo de barreras que dificultan las relaciones usuarias con la infraestructura tecnológica (Red Universal Digital).  Una de esas dimensiones es la interactividad, motivo por el cual el libro sobre la generación interactiva ha captado inmediatamente mi atención. La interactividad en unos casos es diálogo con un ordenador y en otros es diálogo con otras personas, intermediado por instrumentos y sistemas tecnológicos, razones ambas que han impulsado un desarrollo impresionante de interfaces, orientadas a potenciar los niveles de interactividad humana: “Los humanos actúan sobre la R.U.D. por medio de diversos terminales, externos o incorporados, para controlar progresivamente sus entradas, salidas y funciones. Es notorio que cada vez más es posible entablar un “diálogo” entre el usuario y las máquinas, sistemas y aplicaciones de la R.U.D. La interacción con otros humanos conectados puede ser instantánea y síncrona (telefonía, videoconferencia, “chat”, televisión interactiva, mensajería instantánea) o demorada por memorias (correo electrónico “clásico”, telefonía con buzón de voz).

Mi concepto de interactividad, entendida como una dimensión del Nuevo Entorno Tecnosocial, es más amplio y complejo que el empleado en el libro sobre la generación interactiva. Guarda relación con algunas de las otras veinte dimensiones y se agrupa en un subconjunto de ellas que expresan fuerzas tecnosociales con posibilidades transformadoras del propio cuerpo, de las relaciones sensoriales, de las fronteras de acción personal y de la identidad, a saber: representalidad, protesicidad, multisensorialidad, interactividad y virtualidad.

Seguimos con la sopa de siglas: RSM, RFID y siempre RUD

Lunes, 24 de Noviembre de 2008

En medio de las luces y las sombras del proceso evolutivo de la Sociedad de la Información (SI), con la emergencia insoslayable de la olvidada Energía, siguen creciendo sin pausa la funcionalidad instrumental y las aplicaciones de la Red Universal Digital. Ahora, las Redes Sociales Móviles (RSM, por sus siglas en español; MSN, en inglés, o sea, Mobile Social Networks), inician su camino prometedor con una gama prevista de servicios, cuyo futuro, como escribe José Miguel García Hervás en el Proyecto de Fin de Carrera de Teleco que defendió el 18 de noviembre, “está en su oferta combinada y convergente desde el teléfono móvil, aprovechando la tendencia a la interconexión de las redes de telecomunicaciones y la integración de los servicios en paquetes de producto, para ofrecer una prestación transversal de aquéllos basados en redes sociales y comunidades virtuales”. “La innovación, el desarrollo de nuevos servicios y la excelencia en todos sus ámbitos serán factores estratégicos en el devenir hacia la consolidación y el éxito de los SNS y MSNS” (nota: la última S es de Services). Añado, por mi parte, lo que escribí en la página 204 del libro que siempre nos sirve de marco de referencia en este blog: No nos olvidemos de que sobre la pura infraestructura se apoyan capas aplicativas, a las que, de manera amplia, llamamos aplicaciones, herramientas y contenidos; sin la infraestructura no existirían, pero ellas son las que crean directamente las posibilidades de transformación social, la infraestructura sólo es el soporte.

Dicho proyecto, tanto por su estructura, como por su calidad, densidad y actualidad, constituye un extraordinario análisis estratégico de las redes sociales en el móvil que debería poder ser leído por toda persona interesada seriamente en estos temas y estamos intentándo que sea así. En lo que a mí concierne, lo considero además como un refuerzo del concepto de Red Universal Digital, al margen del agradecimiento que como exalumno me dedica en su nuevo blog. Dato curioso: el proyecto tiene al principio un glosario de unas 120 siglas utilizadas a lo largo de sus 240 páginas en formato A4.

Otro trabajo reciente de unos compañeros de mi Escuela, publicado dentro de la colección de Informes de Vigilancia Tecnológica madri+d, me trae a la memoria las siglas RFID, que ya traté en mi libro “Más allá de Internet: la Red Universal Digital” . Si lo traigo ahora aquí es por señalar su contraste con el trabajo citado en los párrafos anteriores. Las RSM representan un ejemplo más de la tendencia, imparable desde que salieron los computadores personales, a la socialización de la tecnología digital; los circuitos RFID, en cambio, son representativos de otra tendencia: la cosificación de la tecnología digital. En la sección “Bits dentro de las cosas”, dentro del capítulo Informática ubicua , se explica cómo se fusiona el mundo digital con el mundo físico: “metiendo” en las cosas máquinas informáticas, procesadores, circuitos, antenas, sensores, en fin, dispositivos varios, e interconectándolas por medio de redes, para construir un entorno material cada vez más “inteligente”.

En la página 174 de dicha sección se citaba, entre otros ejemplos, el de los microchips RFID (Radio Frequency IDentification; en español, Identificación por Radiofrecuencia, pero no hay siglas), “microchips con antena, usados en principio como etiquetas inteligentes integradas en los objetos, sustituyendo al código de barras, cuando ello sea económico”. La diferencia técnica con el código de barras es que éste utiliza señales ópticas para transmitir los datos entre la etiqueta y el lector, y el chip RFID lo hace con señales de radiofrecuencia, como su nombre indica. Se menciona allí su uso por la firma italiana de ropa Benetton, así como se referencia un artículo de la revista The Economist, de 8 de febrero de 2003, titulado “The best thing since the bar code”, donde se describe la decidida adopción de esta tecnología por parte de la empresa Gillette, una de cuyas aplicaciones previstas “consistirá en combinar etiquetas inteligentes con estanterías inteligentes, dotadas de dispositivos que leen a corta distancia la información radiada por las tarjetas, además de detectar su llegada y su partida. Las estanterías enviarán mensajes a un ordenador comunicando cada entrada o salida, así como notificando circunstancias especiales, pero no raras, como robos”.

Fuera de estos o parecidos usos comerciales o industriales, incluyendo como acaba de hacerse en mi Escuela para ciertas tareas relacionadas con la gestión de libros en bibliotecas, ¿podríamos imaginar la utilización de estas tecnologías para detectar objetos olvidados en el cuerpo de un paciente después de una intervención quirúrgica, por poner un ejemplo? Ya lo creo y muchos ejemplos más, utilísimos y beneficiosos, en el territorio de la práctica médica, como demuestra el anteriormente citado informe madri+d, que puede leerse aquí completo Tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFID): Aplicaciones en el ámbito de la salud