Buscar:
  

Archivo de la categoría "* MISCELÁNEA"

REDES: ¿Nuevo paradigma multidisciplinar o potenciación explosiva de una forma organizativa básica? (2)

Miércoles, 20 de Febrero de 2008

Para continuar con nuestras reflexiones sobre redes sociales en un contexto más amplio  de las redes, sistémico y multidisciplinar, transcribo aquí algunos extractos del libro de F. Capra “Las conexiones ocultas”:

“Una de las intuiciones cruciales del planteamiento sistémico ha sido comprender que la red es un patrón común a todo lo vivo. Allí donde hay vida, hay redes.” (p. 32)

“Cuando una bacteria se siente amenazada, dispersa su material genético en el entorno y todas las demás lo recogen: en pocos meses habrá dado  la vuelta al mundo. (…) Todas las bacterias forman parte de una misma red de vida, global y microscópica” (p. 55).

 ”La segunda clase de cambios estructurales en un sistema vivo lo constituyen aquellas alteraciones que crean nuevas estructuras, nuevas conexiones en la red autopoiésica. (…) Según revela la autopoiesis, el sistema vivo se acopla al entorno estructuralmente, por ejemplo, mediante interacciones recurrentes, cada una de las cuales activa cambios estructurales en el sistema.” (p. 62).

Mediante unas frases extraídas del libro de Blakemore y Frith intercalaré este párrafo sobre la manera como los neurocientíficos explican los cambios estructurales en el cerebro: “La programación genética no basta para que se produzca el desarrollo normal del cerebro.” (p. 25). “Por lo general, los cambios en el cerebro se producen en función del uso” (p. 184). “Las células cerebrales tienden  a organizarse por sí mismas en redes que se acaban especializándose en distintas clases de procesamiento de la Información. (…) “Las investigaciones han revelado que la parte del cerebro que procesa el sonido (la corteza auditiva, situada cerca de la superficie del cerebro, junto a los oídos de ambos lados) en los músicos expertos es un 25 % más grande que las de las personas que jamás han tocado un instrumento.” (pp. 188, 189).

“Así pues, los sistemas vivos responden autónomamente a las perturbaciones del entorno con cambios estructurales, por ejemplo, reordenando su patrón de conectividad. (…) Al especificar qué perturbaciones del entorno van a activar sus propios cambios, el sistema especifica también el alcance de su ámbito cognitivo. (…) La identificación de la mente, o cognición, con el proceso vital constituye una idea completamente nueva en ciencia.” (p. 64).

“Nuestra capacidad para mantener imágenes mentales de objetos materiales y de acontecimientos parece condición básica para la emergencia de las características esenciales de la vida social.” (p. 106).

“Los teóricos sociales Giddens y Habermas integran ideas y conceptos de las ciencias naturales, de las ciencias sociales y y de las filosofías cognitivas”. (p. 115).

“Las redes sociales son, ante todo y sobre todo, redes de comunicación que involucran al lenguaje simbólico, a los constreñimientos culturales, a las relaciones de poder, etcétera. Para comprender las estructuras de tales redes necesitaremos ideas y conceptos de la teoría social, de la filosofía, de la ciencia cognitiva y de la antropología, entre otras disciplinas”. (p. 116).

“Los sistemas sociales no implican tan sólo a seres humanos vivos, sino también al lenguaje, a la consciencia y a la cultura, son evidentemente sistemas cognitivos”. (p. 117).

“La red social produce también un cuerpo de conocimientos compartido -que comprende información, ideas y habilidades- que, junto con sus valores y sus creencias, conforma el modo específico de vivir de esa cultura. Por otra parte, los valores y creencias de una cultura afectan a su cuerpo de conocimientos, en la medida en que forman parte del prisma a través del que ven en el mundo sus miembros y contribuye a la interpretación de sus experiencias, así como a decidir si una determinada clase de conocimiento es significativa o no. Este conocimiento significativo, constantemente modificado por la red de comunicaciones, es transmitido de generación en generación junto con los valores, las creencias y las normas de conducta de esa cultura. (…) Por otra parte, un individuo puede pertenecer a varias culturas. (…) La identidad cultural refuerza las defensas de la red al crear un perímetro de significado y expectativas que limitan el acceso a ella de personas e información. Así pues, la red social está implicada en la comunicación dentro de un perímetro cultural que sus miembros recrean y renegocian continuamente”. (pp. 122, 123).

“Los sistemas sociales producen tanto estructuras inmateriales como materiales. Los procesos que sustentan una red social son procesos de comunicación, que generan significados y reglas de comportamiento compartidos (la cultura de la red), así como un cuerpo común de conocimiento. (…)  que constituyen estructuras de significado, que denominaré “estructuras semánticas”, encarnadas físicamente, hasta cierto punto, en el cerebro de los individuos que pertenecen a esa red. (…) En las sociedades modernas las estructuras semánticas de la cultura están documentadas, es decir, encarnadas físicamente en textos escritos y digitales. También lo están en artefactos, obras de arte y demás estructuras materiales. De hecho, las actividades de los individuos en las redes sociales incluyen específicamente la producción organizada de bienes materiales. Todas esas estructuras materiales -textos, obras de arte, tecnologías y bienes materiales- son creadas para un propósito determinado y según un diseño específico. Son, por lo tanto, manifestaciones físicas del significado compartido que crean las redes de comunicación de la sociedad. (…) Las influencias de la infraestructura material en el comportamiento de las personas y la cultura son particularmente significativas en el caso de la tecnología”. (pp. 127, 128). 

Reflexiones analógicas sobre el canon digital (por si acaso)

Sábado, 5 de Enero de 2008

(Esta entrada es el texto, algo ampliado e hipertextualizado, de una columna de 380 palabras, que, con el título de “Cánones digitales y cánones analógicos”, se publicará hacia finales del próximo mes de marzo en la revista BIT, dentro de mi serie Infoneurastenia)

La decisión política del canon digital de finales de 2007 me ha pillado documentándome aplicadamente sobre la plasticidad del cerebro y los diferentes tipos de aprendizaje y de memoria. El cerebro se adapta continuamente a su entorno, aseguran los neurocientíficos (p. ej., Blakemore y Frith) y que no podemos aprender destrezas o conocimientos nuevos y conservarlos para siempre si no practicamos con ellos. Quizá se me han cruzado un poco los cables, porque observo que, por un lado, mi cerebro no se ha adaptado del todo y sigue rechazando la opción de dejar comida sin consumir en un plato, como aprendió en largos tiempos de penuria, y simultáneamente muestra un rechazo a pagar este canon, tributo, recargo, o lo que sea, por productos que en aquellas austeras épocas ni siquiera imaginábamos que pudieran llegar a existir. Como prueba de que vivo entre dos mundos , en mi confusión mental aparecen entrelazados conceptos del mundo analógico  y conceptos del mundo digital, por ejemplo el doggy bag y la ley de Moore.

Desde que lo conocí, tiempo ha, en EEUU, soy partidario del doggy bag para llevarte a casa lo que pagas, pero no te comes. Generalmente, no me gusta pagar por lo que no he pedido o por lo que no uso, o pagar más por leche (20%), cebollas (20%), pollo (16%), harina de trigo (19%), huevos, gasolina, etc., gracias a esos “cánones analógicos” no legislados ni explicados, y mi cerebro antiguo se me rebela al pagar entre 40 y 60 euros por comer, ya casi en cualquier restaurante, cuando salgo por ahí con amigos, quienes, según veo, ni se inmutan.

En el mundo de los productos infotecnológicos, mayoritariamente digitales, y gracias a los progresos tecnocientíficos, sucede al revés, la regla es que siempre pagas menos por más, es como si, por el precio de un menú del día, comieras habitualmente caviar, merluza de pincho, solomillo o centolla. Hoy, los terminales móviles vienen armados con mil funciones, incluida las telefónicas; los ordenadores personales, junto a su enorme capacidad de procesamiento, exhiben memorias RAM de 2 GB o más y discos de más de 100 GB, y los niños piden a los Reyes Magos potentes videoconsolas, como si tal cosa. En diciembre de 2007, podía comprarse un bastoncillo diminuto de memoria USB, con 2 GB de capacidad, por unos 15 euros (lo mismo que cuesta hoy en el centro comercial Arturo Soria Plaza, de Madrid, un kilo de almendras fritas) o un disco duro externo de 500 GB por 120 euros. Para comparar con los “menús” del pasado, acudo a mis recuerdos y a mi libro “Computadores personales. Hacia un mundo de máquinas informáticas” donde releo que el ordenador Whirlwind, 1958, que servía de base para el sistema SAGE de defensa aérea en EE.UU., ocupaba una superficie de 2.500 pies cuadrados y tenía una memoria principal equivalente a 2 KB. En ese libro, al describir los ordenadores personales de finales de los años 70 y principios de los 80, fijé como perfil de referencia un ordenador dotado con microprocesador y una memoria RAM igual o superior a 128 KB. Gupta y Toong, en su artículo “The first decade of Personal Computers”, Proceedings of the I.E.E.E., Vol. 72, Nº. 3, marzo 1984, pp. 246-258, se referían a los pecés hogareños como provistos, en promedio, de una memoria RAM de 64 KB. Todos estos datos los miro actualmente con una absoluta sensación de asombro. Ya se ve que mi cerebro no los ha conservado, quizá porque los ha vivido con poca intensidad y en un período muy breve de práctica, tal como nos explica la neurociencia. Es que, midiéndolos con los parámetros de la evolución tecnológica, los años transcurridos nos parecen años-luz.

Cierto es que ahora pagamos por un menú obligatorio y abundantísimo en funciones y capacidades digitales, del que sólo consumiremos una mínima parte, algo que personalmente no consideraría asumible, si no fuera por su precio. Sólo esta dinámica increíble de precios decrecientes hace relativamente tolerable que te impongan oficialmente desde el “mundo” analógico un recargo, por si acaso se te ocurre utilizar algunas de esas funciones digitales de una determinada forma. Menos mal que el canon (o regla, en inglés “paying less for more”) de Moore actúa a la vez como un canon económico inverso. (Nota: La segunda acepción de la palabra´canon´ en el diccionario Collins la define como “One of the rules or principles on which something is based”).

No obstante, el canon digital no es asunto baladí, sino un caso más de reacción del mundo analógico para intentar resolver una de las numerosas situaciones conflictivas entre ciudad e infociudad, entre formas sociales emergentes y formas sociales declinantes. Con esta modificación a la LISI (Ley del Impulso a la Sociedad de la Información), nuestros gobernantes han justificado el canon digital como una medida ¡en beneficio de la cultura!. Lo digo con ironía, porque mis dudas acerca de la preocupación tecnocultural de nuestros gobernantes, políticos y empresarios  son públicas y además considero que, en líneas generales, nuestro país, teniendo en cuenta su nivel de desarrollo económico, es escasamente nootrópico, es decir, demasiado poco orientado hacia la cultura. Termino señalando, como curiosidad lingüística, que ´lisis´, del griego, no significa solución, sino disolución, destrucción. Ejemplos: fotólisis, electrólisis o hemólisis, que significa “destrucción de glóbulos rojos”). En Medicina se usa el carbocisteinato de lisina  para fluidificar -o sea, para disolver- los mocos. Tal vez estamos a punto de inventar la infólisis (o infolisis) social.

¿Netoteca, webografía? Acuñando terminología para un mundo nuevo, marcado por la tecnología

Lunes, 17 de Diciembre de 2007

Inventar nombres para las cosas y para los conceptos es una especie de hobby, que muchos consideran esnobismo, aunque a veces llega a ser una tarea profesional, pero a algunos asimismo nos parece una necesidad y nos la tomamos en serio. Consiste en una operación mental cuya finalidad es dotar de existencia léxica y por tanto humana, a los objetos, instrumentos, conceptos, sistemas, actividades, comportamientos y formas sociales que emergen en un mundo vertiginosamente cambiante, que ya es nuestro mundo, o lleva camino de serlo. Por ejemplo, si unos cuantos de tales cambios pudieran ser tan importantes como para modificar la forma de inteligencia de los nuevos humanos, ¿procedería o no procedería darle un nombre a ese proceso formativo esencial?

Haciéndose eco de las propuestas de uno de estos nombradores, un ilustre bloguero me reenvía un mensaje de correo electrónico, que dice así: “Se llama hemerografía a las noticias recabadas de los medios de comunicación escritos, pero no hay término para la ingente fuente de información que supone Internet. El profesor Alfonso Martínez Díez, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, cree que ese vacío podría ser cubierto por el término ” dictiografia”: del griego DIKTION= red, término ya presente en la voz inglesa “Internet”.

Mi opinión sobre las nuevas palabras es que éstas deberían respetar en lo posible las reglas de la etimología, algo cada día más difícil, pero en todo caso formarse siempre con dosis adecuadas de imaginación, estética y comunicabilidad. De las dos palabras que se citan en el mensaje, ´hemerografía´ no existe en el D.R.A.E. y el único valor de ´diktiografía´ -que suena mucho a ´diccionario´- es que parece garantizada su rigor etimológico. Pero ¿y si propusiéramos ´netografía´o ´webografía´? Por de pronto, serían términos más comunicables, porque todos sabemos lo que significan ´net´y ´web´.

La palabra similar más usada en libros, artículos e informes (en soporte de papel, subrayémoslo), para referirse o remitir a los lectores a un conjunto seleccionado de otros escritos o documentos, es ´bibliografía´, entendida como “relación o catálogo de libros o escritos referentes a una materia determinada” (definición del D.R.A.E.). En la misma familia encontramos ´biblioteca´, que significa “local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura”, “mueble, estantería, etc., donde se colocan libros”, “conjunto de estos libros”, “colección de libros o tratados análogos o semejantes entre sí”, etcétera. Fijándonos en que ´teca´ significa caja o, si se usa como sufijo, “lugar donde se guarda algo”, inmediatamente deducimos cuál es la regla de composición y el significado de términos como filmoteca, hemeroteca, fonoteca, videoteca o fototeca. Todo esto es sobradamente sabido, porque pertenece a un entorno vital en el que las cajas eran realmente cajas materiales o locales físicos, los soportes de la información son papel, cintas, carretes de película, discos de vinilo, y la información propiamente dicha adopta, en función de sus contenidos y formatos, muy variadas formas analógicas e instrumentales, antes de que la infotecnología las unificase e integrase en el universo digital del Nuevo Entorno Tecnosocial, donde las fotos, los textos, los vídeos o la música se procesan en un lenguaje común -el lenguaje binario-, se almacenan en cajas invisibles pero inmensamente capaces y se desplazan por el espacio-tiempo al margen de las leyes de la Física, obedientes a unos golpecitos sobre unas teclas o a un movimiento de ratón o de un puntero desde un terminal adecuado.

Los sentidos humanos no perciben los códigos en que se expresan esas fotos, textos, sonidos e imágenes, meros bits ocultos y posiblemente juntos en un mismo soporte de memoria de entre muchos posibles, desde la memoria de un servidor informático, de un ordenador para uso personal o de una videoconsola, hasta la tarjeta para una cámara digital o un reproductor mp3, un bastoncillo de memoria USB o un dvd, por poner varios ejemplos rápidos. En cuanto a la consideración operativa y hasta cultural de las fuentes de información citables, sean los que sean sus contenidos, interesa decidir cómo llamar genéricamente a esas referencias de lugares digitales con acceso público. La frecuencia con que esos contenedores referenciables, cualquiera que sea el tipo de sus contenidos -texto, fotos, etc.-, se ubican en la Web nos lleva a citar las direcciones de esas páginas web en los libros, artículos e informes publicados en papel (objetos o contenedores característicos del mundo analógico). Así, un artículo que citase en su blibliografía el cuestionario planteado a Umberto Eco en la revista Time la escribiría más o menos así: “Time, versión para Europa, “10 Questions for Umberto Eco”, Time, vol. 170, nº 23, 2007″. Pero si ese mismo artículo quisiera referirse a este cuestionario y el tal cuestionario sólo estuviera publicado en formato digital , el articulista crearía probablemente una nota al pie de página con estos símbolos: http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,1688458,00.html . No suele mezclarse este paquete internético de símbolos con referencias bibliográficas como la anterior, porque no pertenecen al mismo ámbito, ya que no se encuentran ni en los libros ni por tanto en las bibliotecas, hemerotecas, fonotecas y demás (lo cierto es que hay contenidos que pueden estar en ámbos ámbitos, puesto que cada día es más frecuente que sean publicados tanto en soporte de papel y en soporte digital, siendo este último contenedor el que es accesible a todo el mundo). En todo caso, están en ese inmenso reservorio de información que podríamos llamar netoteca o, de forma más particular, en la weboteca, que, como estamos viendo, se caracterizan porque el tipo de la información no consta en el nombre, ya que el contenedor es universal para todos los tipos de contenidos y por tanto el rigor etimológico aquí no procede. Estamos saltando de un universo informacional a otro completamente distinto, así que sería perfectamente válido y coherente en una publicación de papel agrupar las referencias en dos apartados diferentes: a) Bibliografía, para las fuentes de información en formatos tradicionales; y b) Webografía, para las referencias de páginas web, accesibles, como sucede en la netoteca, por medio de navegadores y buscadores ciberespaciales.

Cuando autor y lectores (en general, usuarios) están dentro del mismo universo digital de información, en una esfera como ésta en la que estamos ahora, no necesitamos escribir explícitamente ese paquete de símbolos, sólo unas palabras de enlace al sitio requerido . Conviene, no obstante, añadir una nota precautoria: las “cajas invisibles” donde se almacenan de forma maravillosamente accesible los contenidos digitales, como la memoria de un servidor u otros dispositivos infotecnológicos, están sujetas al efecto de discontinuidad (propiedad descrita en la página 248 de mi libro Más alla de Internet: la Red Universal Digital y en otras de mis publicaciones anteriores). Esto quiere decir que si esas “cajas” se estropean o mueren o si sus mantenedores humanos las sustituyen por otras sin introducir los oportunos redireccionamientos a los nuevos sitios de almacenaje las referencias webográficas conducirán al vacío, no a los contenidos citados por el autor. He aquí, si no se le buscan soluciones, un gran problema digital, una posible grave patología de la weboteca.

Para ir terminando, comentaré un par de curiosidades. La primera es el término simpático y sin duda muy nemotécnico, pero incorrecto, que conocí recientemente: la kanguroteca, para referirse a servicios públicos de guardería de niños. Incorrecto, porque aquí lo adecuado sería que en el nombre de la “caja” figurase el nombre de los contenidos seguido del sufijo ´teca´, que no son los canguros (así es como se nombra familiarmente a las personas que cuidan a niños en ausencia de sus padres, no estamos hablando de los marsupiales australianos, en inglés llamados kangarooes). No se trata de un universo digital en el que todos los contenidos están codificados en un lenguaje común. En este caso, la etimología y el sentido común permitían términos claros como ´infantoteca´ o ´paidoteca´, este último derivado del griego, que siempre queda elegante. La segunda curiosidad tiene que ver con el término ´netoteca´. Buscando por Internet, he encontrado que una tesis doctoral de 2003 en la universidad Jaume I, Castellón (España), realizada por Mercedes Sanz, en su página 118 mencionaba ´netoteca´, con el significado de “biblioteca en la red”. (Días después de la publicación de este artículo, añado a este texto que, mirando con el buscador de Google la palabra ´webografía´, a ver qué encontraba, resulta que ya existía este término, como me ocurrió con ´nanoteca´. ¡Es que casi todo está inventado!, pero al menos aquí se explican las razones de su propuesta y uso). 

Más que en un mundo plano, cada día que pasa aumentan nuestras vivencias en un mundo digital, aunque seguimos -y seguiremos- viviendo a la vez en dos mundos (y por tanto entre dos mundos) informacionales abismalmente diferentes. Por tal razón, una de las dimensiones básicas del Nuevo Entorno Tecnosocial, como he escrito en el capítulo 10, página 242, de este libro, es la análogo-digitalidad. Esta característica es imprescindible para que los humanos de esta época tan tecnificada “podamos pasar del universo discreto (y binario) de la Red Universal Digital a nuestro universo humano natural, y viceversa”. Por la misma lógica, aunque sea de manera más rudimentaria, para referirnos en nuestros documentos del mundo analógico a los del mundo digital debemos esforzarnos en inventar formas y términos como webografía y otros. No es más que una forma de reconoceer la realidad de que vivimos entre dos mundos.

Escribir un blog ¿es una acto de amor?

Domingo, 16 de Diciembre de 2007

Acabo de leer en la página 4 de la edición para Europa de la revista Time, 10 de diciembre de 2007, una página titulada “10 Questions”, que recoge 10 preguntas de 10 lectores formuladas al prestigioso pensador y escritor Humberto Eco y las respuestas de éste. Mahtot Teka, de Addis Ababa, le pregunta: “Do you find yourself conscious of readers while you write? Is it possible for a writer to completely disregard readers while writing?

Humberto Eco: “All the authors who say they write for themselves are liars. Writing is an act of communication, it´s an act of love, it´s something you do in order to be understood”.

Intuyo que en su pregunta el señor Teka no incluye entre los escritores a los blogueros y es casi seguro que Humberto tampoco se hace eco ni portavoz de éstos. Pero yo, como escritor y ahora también ocasional bloguero, y consecuentemente forzoso promotor de una nanorred social, me siento aludido. Siempre he dicho que en gran parte escribo libros y artículos, para (sobre todo) comprender las cosas a las que me dedico y en mi declaración de portada de este blog insisto en mi irrenunciable propósito de darles todas las vueltas posibles para dotarlas de coherencia y estructura. Sin embargo, aunque sé que escribir es una de las mejores maneras conocidas de estructurar el pensamiento propio y aprender, también sé con absoluta certeza, y lo proclamo (por tanto me salvo de la acusación humbertiana de ser un mentiroso), que sólo cuando escribes para que te lean otros, por pocos que éstos sean, es cuando la tarea de escribir se hace más exigente y produce mejores resultados, al tiempo que, por añadidura, esta metodología produce algo externo, llamado un “acto de comunicación”. Sí, porque en mi caso, como profesor y tecnólogo, me interesa además que otros no sólo conozcan sino que comprendan mis ideas elaboradas. Si esto es “un acto de amor”, como dice Eco, para mí no es un acto de amor a los demás, sino a uno mismo. I love me.

Hibridosfera

Miércoles, 12 de Diciembre de 2007

(Hibridosfera: Por analogía con términos como blogosfera o webosfera, término nuevo para designar el territorio intelectual en el que se desenvuelven los que desde 2004 llamo ingenieros híbridos. Este post es la transcripción del texto que presentaré el 13 de diciembre como conferencia, con la idea de los organizadores de hacer una publicación posterior, en el I Seminario “La Ingeniería ante las Ciencias Sociales y las Humanidades”, Campus Sur de la UPM. El título de la conferencia es “Necesitamos ingenieros sociotécnicos”)

Un informe del MEC de 1985

En el año 1985 el Ministerio de Educación y Ciencia publicó un libro titulado “El Mercado de Trabajo de los Titulados Universitarios en España” donde, en relación con las ingenierías, podía leerse lo siguiente en su página 38: “Es interesante observar lo que se afirma respecto a los titulados en ingeniería. Se dice que éstos siguen siendo demandados por el Mercado de Trabajo para puestos estrictamente técnicos, pero que se prefiere a los ingenieros con una “plusformación”. Esta adicional formación ha sido explicitada de la siguiente forma: Para unos, los “ingenieros-humanistas” con un complemento de ciencias sociales y conocimiento de la realidad circundante; para otros, los “ingenieros-empresariales”, formados en los Centros Privados de Ciencias Empresariales.”

Sociotecnología de la información (con mentalidad de ingeniero)

En teoría, esa demanda debería ser ahora más acusada, especialmente en el dominio de las tecnologías de la información, que, como es bien sabido, forman un conjunto de tecnologías transversales, que afectan de una u otra forma a casi a todas las actividades humanas, y a ellas se va a dedicar esta conferencia. De hecho, será una conferencia con rasgos casi biográficos, porque su autor lleva muchos años, iniciados antes de 1985, como francotirador en esa trinchera de la ingeniería sociotécnica, no ya estimulando la formación interdisciplinar, como se pide en la presentación de este seminario, sino practicándola en lo posible, así que confiesa que va a aprovechar la ocasión para referir brevemente algunos de sus esfuerzos y trabajos y para reivindicar una vez más la necesidad, hasta ahora poco o nada atendida por las instituciones educativas de hacer en este terreno algo más que hablar y escribir.

Aunque incompleto, puede encontrarse un resumen de las actividades casi solitarias de investigación del conferenciante en el campo de la sociotecnología de la información en un apartado de su página personal, entendida esa sociotecnología de una forma activa, “como un enfoque nuevo destinado a integrar en el discurso y en la práctica de la técnica elementos de la psicología, de la sociología, de la economía, de la filosofía, de la teoría de sistemas, etc. Es un enfoque de la tecnología esencialmente centrado en el usuario”. Cualquiera que lea esa página con un mínimo de atención, comprobará que los modelos, herramientas y teorías allí expuestos constituyen aportaciones realizadas desde una mentalidad de ingeniero. Naturalmente, han dado lugar a un reguero de cursos (máster, doctorado, grado), conferencias y congresos, libros y artículos, algunos de ellos reseñados en esa página, hasta 2004.

Pinche aquí si quiere leerlo completo

REDES: ¿Nuevo paradigma multidisciplinar o potenciación explosiva de una forma organizativa básica? (1)

Domingo, 2 de Diciembre de 2007

Quería escribir algo sobre redes sociales, que es de lo que se habla ahora en la webosfera y fuera de ella, pero como he caído en la cuenta de que no tengo las ideas completamente claras, a la manera global, multidisciplinar y estructurada que a mí me gusta, haré un breve bosquejo a la espera de que mi mente madure un poco en el área general de las redes. Es cierto que en mi libro sobre la Red Universal Digital, que inspira la mayoría de los temas de este blog, hablo mucho de redes. Cito, por ejemplo, a Robin Wood (¡ojo!, no el personaje legendario Robin Hood), quien, en su libro “Managing Complexity”, editado por The Economist Books en 2000, propone que la sexta ola tecnológica, desde 1975 a 2010, es la de la revolución de las redes. Así que, según Wood, evolutivamente estaríamos ahora en plena era de las redes (o de la conectividad, dicho de otra manera).

A lo mejor tiene razón Wood. Para alimentar este post voy a recopilar brevemente unos cuantos extractos de textos propios y ajenos que parecen reforzar ese planteamiento, al tiempo que pueden ayudarnos a resaltar algo de la variedad y complejidad del asunto. 

Buscando en la R del repertorio alfabético no exhaustivo de mi citado libro, encuentro, además de ´Red Universal Digital´, la siguiente lista de términos compuestos con las palabras ´red´o ´redes´, tratados o al menos mencionados en él: red ARPA; red de conmutación de paquetes; red de intermediarios; red del amor; red digital; red epigenética; red financiera global; red internética; redes corporales; redes de células; redes de comunicación; redes de datos; redes de distribución; redes de energía; redes de fibra óptica; redes de larga distancia; redes de sistemas; redes de valor ad-hoc; redes domésticas; redes internas; redes hogareñas; redes locales; redes metabólicas; redes multiservicio; redes neuronales; redes sublocales; redes telemáticas; redes unificadas de voz, datos y multimedia.

Hace unos días, M. Castells, en un artículo en el diario español La Vanguardia, escribía: “Jóvenes que acceden a toda la información por Internet, que construyen sus redes autónomas en torno a los móviles, que chatean y navegan, que se forman jugando y se informan comunicando, simplemente no soportan la disciplina arbitraria de unas clases anticuadas…”. Lo mismo que de manera parecida argumentaba J. Cremades en su reciente libro “Micropoder. La fuerza del ciudadano en la era digital”: “(…) la posibilidad que tiene cada ciudadano de crear redes o de incorporarse a ellas y participar, acompañado de un casi ilimitado flujo de datos…”.

Ambos autores están hablando de redes sociales, por lo que procede añadir como complemento a sus frases la aguda observación de Amanda Gefter, a la que cito y apostillo así en mi colaboración como coautor publicada en el libro Web 2.0:  Cita de Gefter: “más que la información, es la socialización la función emergente como uso fundamental de Internet”. Apostilla de FSV: “Me da por preguntarme si no habrá una socialización en la ciudad y otra diferente en la infociudad definida por el Nuevo Entorno Tecnosocial, una socialización física y una socialización digital, incluso si no estaremos metidos en el proceso de sustituir progresivamente la primera por la segunda, sin tan siquiera saber todavía en qué consiste ésta.”  

Estos autores, como tantos otros, destacan el conocido hecho de la potencia y versatilidad de la infotecnología para soportar la creación y uso de múltiples y variados tipos de conexiones sociales. Pero no todas las conexiones existentes son explícitas, o artificiales, o informativas, o sociales. Algunas son conexiones ocultas, como ha señalado Fritjof Capra en su hermoso libro “The hidden connections” (2002), quien sostiene que “el marco conceptual sistémico derivado de los últimos avances en biología, ciencia cognitiva y teoría social se basa en el reconocimiento de que el patrón básico de organización de la vida es la red. Los organismos pueden comprenderse en términos de redes de células, órganos y sistemas de órganos, y las células, como redes de moléculas”. Como también dice que “la nueva economía consiste en una metarred global de complejas interacciones tecnológicas y humanas”.

A lo cual este incipiente bloguero, antes ni siquiera de pensar en serlo, añadía lo siguiente en mi artículo de 2004 sobre los ingenieros híbridos: “Vivimos en la era de la conectividad (connected age) y muchos científicos propugnan la necesidad de fundar una nueva ciencia de redes para sostener ese discurso. (Al respecto, véanse libros recientes, como los de D. J. Watts, “Six degrees, the science of a connected age”, Norton, N.Y. 2003 o de A.-L. Barabási, “Linked, The new science of networks”, Perseus, Cambridge, Mass., 2002). La noción amplia de red se está convirtiendo en un auténtico paradigma conceptual general.”

Pienso que, tanto si las redes fueran un nuevo paradigma como si resultasen ser una explosión aplicativa -gracias en especial a la famosa tecnología transversal llamada infotecnología- de formas organizativas que ya estaban en la naturaleza o en las relaciones sociales humanas o no humanas, o ambas cosas, deberíamos ser algo más precisos y exigentes en el tratamiento de estos temas. Hay muchas dimensiones, efectos, categorías, facetas y variantes en ellos como para resumirlos en una sola disciplina o en cómodas frases (como si fueran comodines, y no es un juego de palabras) hechas, del estilo mágico (y por tanto simplista) de “los jóvenes o los ciudadanos construyen o crean sus redes, etc.”

Limitándonos simplemente a la vertiente de las transformaciones en las actividades humanas propiciadas por el nuevo entorno tecnológico y las dimensiones que en él genera la infoestructura tecnológica que llamo Red Universal Digital, vemos que la reticularidad (la estructura de redes) es una -fundamental sin duda, pero una- entre 21 dimensiones catalogadas en mi Netoscopio. ¡¡La complejidad, hermano, la complejidad !!

Weborrea

Jueves, 15 de Noviembre de 2007

Vamos al diccionario de la lengua (DRAE). a) Verborrea: Verbosidad excesiva; b) Verbosidad: Abundancia de palabras en la elocución; c) Elocución: Modo de elegir los pensamientos y las palabras en el discurso. Siguiendo un rato más con el diccionario, observamos que verborrea y diarrea son términos (¿enfermedades?) parecidos, sólo que este último, en lugar de elocución, habla de evacuación y sustituye verbosidad por ventosidad.

Parece que estas enfermedades del exceso han hecho su aparición en el discurso sobre la Web y quizás el virus multiplicador, el meme asesino, lleve por nombre un apellido numérico: 2.0 (como muestra, hoy mismo, el buscador de Google nos ofrece más de 700 millones de entradas sobre Web 2.0). ¿Se estará adueñando este virus de nuestras sinapsis e impidiendo el desarrollo adecuado de nuestras redes neuronales?

Sin duda se hacen cosas interesantes en la Web, algo que he reconocido por escrito en varias ocasiones desde hace 6 o 7 años (véanse al respecto mis columnas “R.I.PC”, “i.biz:Negocio internético” o “Webolatilidad”, referidas a su extraordinaria funcionalidad) pero la weborrea paralela emergente, aunque pueda beneficiar a muchos de sus practicantes, no por eso deja de producir un discurso repetitivo, anecdótico, irreflexivo y frecuentemente simplista, que no profundiza en las múltiples y complejas variables del fenómeno técnico y social relacionado con la increíble evolución de la infotecnología.

Día sí, día no, a uno, que personalmente no se considera ni bloguero ni webero, le piden que dé una conferencia o participe en un debate sobre la Web 2.0. Tanta webosidad, no sé si líquida, gaseosa o mera burbuja, empieza a ser preocupante, si no se toma alguna medida racional. Da la impresión de que la nuestra no es la vida en un blog,  como dijo hace pocos días en la sede de la R.A.E. un famoso académico-periodista, para quien ”Internet es una inmensa construcción de palabras, una conversación global que fluye simultáneamente en todas direcciones”, sino la vida en la Web 2.0. A saber si “la inmensa construcción de palabras” (Cebrián dixit), esa abundancia sin frenos, no podría estar convirtiéndose más bien, como sospecho, en lo que la misma Academia llama verbosidad.

Nos conviene reflexionar un poco en los mitos y realidades de la Web 2.0, hacer “una reflexión crítica sobre la madurez del concepto y el verdadero potencial de estas herramientas…”, sobre las hidras multicéfalas que nos rodean, para no caer además en una mitorrea que sublime y oculte la realidad. En lo que me concierne, estoy más interesado en estudiar multidisciplinarmente la contextualización sociotécnica de la Web 2.0, enfocada como “vida y sociedad en el Nuevo Entorno Tecnosocial”, que es lo que intenté aportar al libro Web 2.0 publicado por la Fundación Orange en la primavera pasada, que en una weborrea superflua, casi a punto de profesionalizarse.

Contextualización sociotécnica de la Web 2.0/Vida y Sociedad en el Nuevo Entorno Tecnosocial

En una de las secciones de mi texto al final de ese libro, al titularla “Fashion 2.0″, pretendía yo caricaturizar un poco la moda de la Web 2.0, triunfante, sí, pero apenas contextualizada intelectualmente en cuanto al devenir social por culpa de su marketing arrollador, que conduce sin sonrojo a asociar el emblema “2.0″ a cualquier producto, servicio o evento, para exhibirlo en el escaparate de la modernidad. ¿Acaso en la modernidad líquida de Zygmunt Bauman?

La Web 2.0 dentro del N.E.T

Yo sigo con mi enfoque, en el que la escala de inclusión y por tanto la escala de los estudios necesarios (para contribuir a construir la tecnocultura que escasea) comprende de abajo arriba a la Web 2.0, la Web, Internet, la Red Universal Digital (R.U.D.) y el Nuevo Entorno Tecnosocial (N.E.T)  (ver libro, o en su defecto, notas aquí abajo), que es el entorno generado por la aplicación progresiva de las tecnologías que componen la R.U.D.

Notas - RUD

 

Lo que me hace pensar que si quisiéramos construir algo semejante a un Máster en Ciencias de la Web, como parece que han propuesto el M.I.T. y la Universidad de Southampton, con la participación de Tims Berners-Lee, que sostienen que “más allá de la ingeniería informática la Web representa un enorme fenómeno global” y que hay que crear un campo de conocimientos que aglutine todos los campos en torno a la Web, tendríamos que alejarnos un poco de la weborrea, porque si no…

(Nota: Al principio se mencionaba al buscador de Google y el éxito internético de la Web 2.0. Si el lector busca hoy con Google el término ´weborrea´, lo primero que le dirá el buscador es esta frase lapidaria: “Quizás quiso decir seborrea”. ¡Qué cosas!)

Homenaje

Jueves, 25 de Octubre de 2007

Con empeño, una ocurrencia terminológica como TVIC puede irse convirtiendo en un principio de concepto o meme en ciertos sectores, en este caso en el que llaman de las TIC, si bien eso está por ver que ocurra. El término TIC sí está asentado, aunque de vez en cuando uno se encuentra con páginas como “TIC-Tac: Física y Química”, donde se juega un poco con las palabras, o con “Tics: el mal de las mil caras”, artículo en la sección de Neurología de la revista MUY Interesante, 318, de noviembre 2007. Por cierto, TAC, en el mundillo de la tecnología informática, son las siglas usadas para aludir al modo de interfaz ya clásico “Teclear, Apuntar, Cliquear”. Otros llaman TAC a  Tecnologies per l’aprenentatge i el coneixement, que es la traducción de eLearning al catalán.

Como creador de la citada ocurrencia terminológica, me he sentido impulsado a darle más peso bibliográfico, aprovechando que me invitaron a escribir el editorial del número 73 de la revista TELOS. En este número, sin embargo, lo más importante para mí, por razones personales, ha sido ver ese editorial acompañado por el cuaderno de color de Pilar Lara. Pilar, mi mujer, falleció el año pasado, después de una vida plena de amor y de trabajo y en esta postal quiero rendirle un homenaje. Ella, sacando tiempo entre sus interminables ocupaciones familiares y sus numerosas exposiciones de pintura y premios, con frecuencia me echó una mano artística para ilustrar algunos de mis libros y otras publicaciones, asi, varias portadas de la revista de Automática e Informática, que dirigí mientras fui presidente de la Asociación Española de Informática y Automática, desde 1989 a 1993. En concreto, puede verse una pequeña muestra de esta contribución ilustrativa a portadas de mis libros en mi página web: El Hombre y la Técnica , Inforpistas inteligentes , o, mirando en el Expositor de Libros , los titulados “Meditación de la Infotecnología” y “Desafíos tecnológícos del siglo XXI”.

Mi primogénito, que es quien ha escrito el texto que acompaña al cuaderno de color, ha heredado esa facilidad para el dibujo y la ilustración, y me ha ayudado al respecto en varias ocasiones. De una de ellas queda también constancia en mi página, con la portada de mi libro Temas básicos de innovación tecnológica en las empresas . La verdad, unir tecnología y arte ha sido un regalo constante en mi vida.

¿Alfabetización digital o transformación cultural?

Miércoles, 19 de Septiembre de 2007

El 27 de junio pasado actué como conferenciante invitado en las II Jornadas de Alfabetización Digital 2.0, en Madrid, con la ponencia “Tecnocultura digital, complemento indispensable de la alfabetización: Una analogía lingüístico-cultural”. La razón de mi título era para argumentar, partiendo de la definición del diccionario de la Real Academia Española (”alfabetizar es enseñar a leer y escribir”), que el término de “alfabetización digital” se queda corto, porque no sólo hay que enseñar una lengua, la de la infotecnología y sus aplicaciones -en realidad son varias lenguas, dada la extraordinaria diversidad/complejidad oculta bajo el adjetivo “digital”-, sino toda una cultura nueva. Y de esta necesidad de cambios hay muchos ejemplos. Esto es precisamente lo que he intentado al escribir mi libro sobre la Red Universal Digital y el Nuevo Entorno Tecnosocial, proporcionar una base teórica para dotar de armazón a las aportaciones provenientes de distintas disciplinas con vistas a la construcción de esa cultura. Sin esa cultura digital, por lo demás tan amplia que sería conveniente subdividirla en varias subculturas, va a ser difícil organizar la sociedad del conocimiento, de la que siempre hablamos como si supiéramos lo que es.

Precisamente, hablando de aportaciones, el libro “Claves de la alfabetización digital” recoge las que se hicieron en las I Jornadas de Alfabetización Digital, de 2006 y su lectura demuestra bien a las claras dos cosas: 1) Que el término “alfabetización” es demasiado pequeño para este proceso de cambio de cultura necesario en un nuevo entorno, complejísimo y en gran medida desconocido. Los propios editores reconocen implícitamente esa cortedad, cuando escriben: “Es necesario trascender el enfoque utilitarista, hoy predominante, centrado exclusivamente en el desarrollo de las habilidades mecánicas en el manejo de las TICs, algo necesario pero no suficiente”; y 2) Que las aportaciones presentadas, casi todas interesantes, carecen de un armazón teórico común que las dé coherencia y posibilidades para planes de transformación social. Por cierto, que el conjunto del libro -y me alegro de ello- suministra un montón de ejemplos para ilustrar mi concepto de “tecnocultura”.

En mi ponencia llegaba rápidamente al concepto de que en una sociedad tan tecnificada como la que se corresponde con una sociedad de la información, se crea funcionalmente una cierta fusión o cooperación humano-máquina, lo que hace inevitable una preparación mínima del humano en el conocimiento y en la operativa de la máquina (de las máquinas), una alfabetización. Pero quiero añadir al guiso el ingrediente o concepto de “cultura”, porque alfabetizar, aunque lo generalicemos a nuestra conveniencia, etimológicamente es sólo un concepto lingüístico, ya que se refiere a leer y escribir una lengua.

En el pensamiento no lineal y complejo del maestro Edgar Morin, cerebro, lengua (o lenguaje), cultura y mente forman un bucle recursivo.

bucle-recursivo.jpg

La mente (y por consiguiente una de sus manifestaciones, la inteligencia) es una emergencia del cerebro, con y por el lenguaje en el seno de una cultura. En el núcleo de toda cultura está el lenguaje, que contribuye a su vez a formar las conexiones neuronales del sujeto. Con el lenguaje entramos y vivimos en una cultura, que es un componente eminentemente social. Los instrumentos técnicos tienen su propio lenguaje, instrucciones de uso y reglas que hay que aprender para insertarse en la cultura que crean esos instrumentos, cultura en el sentido expuesto por Morin en el texto aquí referenciado. Por eso, la brecha digital es siempre más cultural que estrictamente lingüística, porque incluye una diferenciación que va más allá de las reglas operativas del instrumento, para entrar en la dimensión práctica y en la significación de su funcionalidad social. Lo que en mi ponencia llamé semántica y pragmática. De paso implica a la mente y por tanto al cerebro. Es esencial comprender que la tecnología introduce cambios en todos los elementos que componen el bucle de Morin, y que, mediante cada tecnología importante y suficientemente diferencial, mente, cultura y cerebro se reinician en un proceso nuevo.

Para introducir de manera comprensible y sencilla el concepto de tecnocultura reduciéndolo a su dimensión meramente individual, recurrí a un párrafo de mi texto contributivo al libro Web 2.0 , relativo al proceso de aprendizaje de cualquier instrumento digital, que, en mi opinión, debería cubrir estas tres áreas: “a) Para qué sirve, qué funciones puede realizar (qué cosas puede hacer ese instrumento) en forma autónoma o combinado con otros instrumentos o aplicaciones, y con qué prestaciones (potencia, velocidad, capacidad, etc.); b) Cómo se realizan esas funciones, cuáles son las secuencias de operaciones necesarias y cómo se implementa cada una de ellas; y c) Qué consecuencias tiene sobre las actividades del usuario, sobre su entorno y sobre él mismo la aplicación de esas funciones, con las capacidades disponibles y sus posibles fallos o averías. Cómo usar el instrumento para maximizar los beneficios de su aplicación y reducir sus perjuicios”. La tercera área es la fase tecnocultural.

Creo recordar que el manual “La casa digital” me lo entregaron en estas jornadas de alfabetización digital dentro de la bolsa con la documentación. Días después lo abrí para ojearlo, pensando que podría ser englobado dentro de un cierto movimiento de alfabetización. Trata en distintos capítulos de los sistemas, productos y servicios actuales de televisión y radio, telefonía, Internet, música, cine y videojuegos. Es como un catálogo ordenado de la infotecnología aplicable a un hogar domotizado, aunque sin entrar lógicamente en detalles. Si acaso, podría ser considerado como un mapa para guiar y dar sentido didáctico de conjunto a una secuencia posterior de proyectos de alfabetización digital sobre los distintos instrumentos digitales presentados en el catálogo. Pero, como apunté en mi postal de 13-09-2007, no tiene el menor afán tecnocultural. Más bien parece una pieza más del cuatrimotor “ciencia-técnica-industria-beneficio” (Morin, mismo libro anteriormente citado, año 2001 en su versión original): “A comienzos del siglo XXI está claro que la tecnociencia ha devenido motora y transformadora. Aún más, la alianza ciencia-técnica se ha ampliado a la industria y la ganancia capitalista”.

Esta sociometamorfosis, la transición hacia una amplia cultura digital propia de la sociedad del conocimiento futura, constituye una gran desafío multidisciplinar de complejidad sociotécnica. El Nuevo Entorno Tecnosocial emergente es parte de algo todavía más complejo: un Entorno Vital Atiborrado y Fragmentario (EVAF). Una terra todavía más incognita  de lo que podíamos sospechar.

Andarse por las ramas

Martes, 11 de Septiembre de 2007

(Transcribe la columna Infoneurastenia (11) publicada en revista BIT, 164, ag.-sept. 2007, con algunos hiperenlaces y breves añadidos)

Durante mis 13 trienios formando ingenieros de telecomunicación en
la Universidad Politécnica de Madrid
he vivido una continua actualización, una complicada diversificación y un aumento imparable de los contenidos de la carrera. Actualmente, ésta se estructura en tres especialidades, que terminan ramificadas en siete intensificaciones, y dos más, horizontales: bioingeniería y gestión de la tecnología. En ese período, hemos pasado de unos estudios bastante generalistas a otros considerablemente más especializados. 

Como, según el diccionario, una especialidad es “una rama de una ciencia o arte a que se consagra una persona”, podemos utilizar metafóricamente el lenguaje de la botánica para aseverar que la sociedad del conocimiento es básicamente una sociedad en la que casi todos nos andamos por las ramas, o sea que, salvo que le pongamos algún remedio, tendemos básicamente a ser unos ignorantes globales, porque carecemos de conocimientos y autoridad fuera de nuestra rama, trozo de rama o ramita, ya que las ramas no dejan ver el árbol del que nacen. Tampoco el árbol deja ver las ramas (ni el bosque los árboles), o sea, que si fuéramos especialistas en “árboles”, es decir, generalistas disciplinares o multidisciplinares padeceríamos también otro tipo de ignorancia complementaria.   

Es evidente que, especializándonos, no hacemos otra cosa que adaptarnos al incremento brutal del conocimiento humano, pero tal proceso, que es una necesidad, se convierte también en problema, porque las situaciones que afrontan los ingenieros rara vez se prestan a ser resueltas con fórmulas derivadas de un conocimiento de ramita. La vida real no se divide en especialidades, no es cartesiana. Así que, en mi opinión, aún en su orientación técnica clásica, deberíamos reenfocar los estudios en una línea de especialización (inevitable) enriquecida con suficientes dosis de mínima visión de conjunto. Esto es, la rama, con algo del árbol, para evitar el andarse sólo por las ramas. 

Buscando construir esa mínima visión de conjunto, propongo una estrategia educativa correctora de la especialización, alimentada por tres mecanismos que habría que añadir inteligentemente a los que practicamos cotidianamente: a) Radical: proveer conocimientos básicos de origen o raíces (incluyendo las históricas); b) Transversal o inter-ramal: conocimientos básicos relacionados con otras ramas disciplinares próximas; c) Intertroncal: canales de conocimiento con otros troncos o árboles habitualmente conexos en su impacto sobre la vida real. Pero, además del ingenuo firmante, ¿piensa alguien hoy en implementar estos cambios?  Así las cosas, ¿podemos siquiera imaginar cuántas resistencias se encontrarían para formar un tipo de ingeniero no precisamente orientado  a la manera clásica, ese ingeniero híbrido que algunos buscamos (se recomienda leer la postal y los comentarios)?